La cumbre climática en Belén terminó con una sensación de oportunidad perdida. Pese al protagonismo de Brasil, con la Amazonía y los bosques en el centro del debate, la ambición política no logró avances decisivos y evidenció la falta de unificación de las prioridades latinoamericanas.
La COP30, la
conferencia de países impulsada por la Convención Marco de las Naciones Unidas
sobre el Cambio Climático estuvo marcada por protestas, pocas resoluciones y
la ausencia de líderes clave como Donald Trump. Como asunto
central, este encuentro, que exigió un esfuerzo logístico sin precedentes en la
Amazonía y que fue duramente cuestionado por fallas en la organización, tuvo
como conclusión principal una falta: la de no generar un compromiso claro y
vinculante para abandonar los combustibles fósiles, el punto más
esperado por expertos y negociadores.
Si bien
la coordinación regional latinoamericana ganó visibilidad y
algunos gobiernos reforzaron su articulación hacia el futuro, el balance
general quedó marcado por la decepción y la falta de un giro político capaz de
responder a la urgencia climática.
Las claves
Lo siguiente
resume lo más relevante de los acuerdos alcanzados en la conferencia:
La COP30 no
logró acordar una hoja de ruta global y vinculante para la eliminación
progresiva del consumo de carbón, petróleo y gas. Esta fue una de la
principal crítica al resultado final.
¿Pero qué sí
se hizo? Se creó el Paquete de Belén para impulsar tasas de
reducción de emisiones más ambiciosas, una transición energética justa y la
protección de la Amazonía. Se reforzaron plataformas de trabajo en metano,
bosques, agricultura sostenible, transporte y ciudades, con seguimiento
periódico.
De igual
forma, se fijó el compromiso de movilizar US$ 1,3 billones anuales para
2035, priorizando instrumentos que no generen más deuda.
También se
determinó la decisión de mutirão (unir manos para el bien
común), que incluye instrumentos como la Misión de Belén, destinada
a mantener vivo el objetivo de contener en 1,5 grados centígrados el
incremento de la temperatura mediante presión política y seguimiento continuo.
Se renovó
el Plan de Acción de Género, con más recursos y la obligación de
integrarlo en adaptación, financiamiento y pérdidas y daños. Compromiso para
combatir la desinformación y reforzar la transparencia y el
respaldo científico.
¿Qué ha fallado?
Aunque la
COP30 dejó compromisos relevantes y algunos avances técnicos, persiste
una sensación de sombras en América Latina. Lo más importante es la
imposibilidad de acordar un calendario claro y vinculante parala transición de
los combustibles fósiles. La mayoría de los países latinoamericanos
votó en contra. La única excepción fue México.
En materia
de financiamiento climático, las promesas no cubrieron las
necesidades reales de mitigación, adaptación y compensación de pérdidas en los
países más vulnerables de la región. La cumbre también puso en evidencia
divisiones políticas internas en América Latina. Entre las controversias,
destacó la confrontación de Colombia con la conducción del
evento, acusando falta de ambición y proponiendo una hoja de ruta
alternativa para eliminar los combustibles fósiles. Sin embargo, no
obtuvo respaldo.
Posiciones de los países Latinoamericanos
La COP30
evidenció que América Latina no actúa como un bloque unificado. Aunque la
región comparte vulnerabilidades en adaptación, bosques y financiamiento, sus
prioridades políticas y económicas son muy distintas.
Brasil, como país anfitrión, intentó ejercer liderazgo
situando la Amazonía en el centro, pero su ambición climática chocó con
la continuidad del desarrollo petrolero y las presiones del
sector agroindustrial.
Argentina tuvo una participación discreta y envió señales
políticas mixtas, centrada en la estabilización económica. Su decisión, junto
con Paraguay y otros países, de añadir notas al pie a la
declaración final para limitar el uso del término “género” provocó críticas
dentro de la cumbre.
Chile se mantuvo como un actor constructivo,
impulsando energías renovables, hidrógeno verde y políticas técnicas de
descarbonización.
Colombia adoptó una postura crítica: consideró
insuficiente el acuerdo final, defendió una transición acelerada y propuso
organizar una conferencia internacional para pactar la eliminación de los
combustibles fósiles, lo que intensificó tensiones dentro de la región.
México fue el único país latinoamericano que apoyó un
calendario para eliminar gradualmente los combustibles fósiles. Su posición
internacional fue más ambiciosa que su realidad interna, que sigue dependiendo
fuertemente de hidrocarburos.
En conjunto,
la COP30 mostró una región con prioridades divergentes y sin una estrategia
común, lo que limitó su capacidad para proyectarse como un frente sólido en un
momento clave para la gobernanza climática global.
André Corrêa do Lago, presidente de la COP30. Foto: COP30
¿Qué se puede
esperar en el futuro?
Diez años
después del acuerdo de Paris, la COP30 en Belém inauguró una nueva fase donde
el foco pasa de las grandes declaraciones a la implementación real.
Mirando hacia
la COP31 que se celebrará en Turquía, los países deberán
presentar nuevos avances en transición justa, deforestación y ejecución de
planes climáticos nacionales, mientras se espera mayor presión social y
climática para traducir compromisos en resultados concretos. En
América Latina, estos debates serán especialmente relevantes. La región buscará
asegurar más financiamiento para adaptación, fortalecer la cooperación
amazónica y posicionarse como actor clave en la transición energética global.
No obstante, sin unificar una agenda regional de prioridades las posibilidades
de incidencia real serán, cuando menos, limitadas.
Por: Lisa Klostermann 27 Nov, 2025
Estudiante de
grado en Estudios Europeos en la Universidad de Passau, con enfoque en Ciencias
Políticas y Lengua y Literatura Españolas. Practicante en la Fundación de
Konrad Adenauer en Montevideo.
https://dialogopolitico.org/agenda/analisis/cop30-cual-es-el-balance-final-para-america-latina


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