Arnoldo José Gabaldón retratado por Daniel Loaiza
Un grupo de venezolanos, de amplia experiencia y calificación profesional, se reunió en la sede de la Universidad Metropolitana para discutir un documento*, en el que se plantean los retos para superar la difícil situación por la que atraviesa la región de Guayana. La severa caída de la generación eléctrica del río Caroní y la paralización total de las industrias básicas (acero y aluminio) son parte de un panorama tan desolador como apremiante. Lo que está en riesgo es un proyecto de desarrollo único en América Latina, cuyos logros tangibles son demostrables y hablan por sí solos.
El Grupo
Orinoco, al cual pertenece Arnoldo José Gabaldón, ingeniero Civil especializado
en ingeniería hidráulica, exministro del Ambiente y expresidente de la Copre,
traza un recorrido por lo que sin duda ha sido la propuesta más ambiciosa de
Venezuela en la segunda mitad del siglo XX. Había gerencia, ambición política y
determinación para aunar esfuerzos y crear una institucionalidad que le
permitió al país sacar provecho de los ingentes recursos de una región que, a
cambio, anteponía difíciles condiciones para acometer una empresa de esa
envergadura. Desde el elusivo mito de El Dorado hasta las selvas impenetrables
plagadas de malaria, pasando por una diversidad climática y ecológica que en sí
misma es una ecuación de enorme complejidad.
Gabaldón ha
puesto miras a mediano y largo plazo. El encuentro en la Unimet no será ni el
primero ni el último, porque de lo que se trata es de convocar a quienes tienen
algo que decir, a los dolientes de Guayana, para seguir depurando una propuesta
que goce del más amplio consenso en el país.
Ustedes
advierten un hecho alarmante: la reducción de más del 50 por ciento en la
generación de energía hidroeléctrica en Guayana. ¿A qué atribuye esa reducción
tan marcada?
No ha habido
un mantenimiento efectivo de las turbinas en los embalses (Guri y Macagua II).
Por eso hay una serie de generadores paralizados. Lo que ocurre es que la
demanda eléctrica del país ha caído a los mismos niveles que teníamos en 1999.
Entonces, no se nota tanto esa reducción de la capacidad de generación y del
aprovechamiento del río Caroní. Pero esa es la realidad. Además, hay otra
circunstancia, al no tener esa capacidad de generación, que se encuentra muy
por debajo de la capacidad instalada, se aplicaron racionamientos y cortes
masivos del servicio eléctrico. Eso también afectó todo el consumo eléctrico
(industria, comercio, hogares).
Ustedes
proponen que se detenga de inmediato el Arco Minero del Orinoco. ¿Quizás porque
es un proyecto meramente extractivista?
Porque es un
proyecto delincuencial, que cayó en manos de una burocracia delincuente,
asociada con la mafia internacional, con los pranes. Y las fuerzas armadas
también están metidas en eso. De manera que no hay forma de rescatarlo. Pensamos
que hay que reformular una economía minera, porque en la región hay vocación
para eso. Pero tendría que ser bajo otras modalidades.
¿Cuál es
el impacto que tiene el Arco Minero en la configuración geográfica y ecológica
de Guayana?
En las áreas
de explotación a cielo abierto eso está produciendo unos impactos terribles.
Algunos en la cuenca superior del río Caroní. Ahí se están produciendo todo
tipo de desafueros ecológicos. Es una de las cosas que alarma. Sobre todo
cuando ves la región a mediano y largo plazo. Si esos procesos siguen así, ¿Qué
va a quedar? Metidos en el parque nacional Canaima unos y en la Gran Sabana
otros. ¿Qué le vamos a dejar de aquello a las generaciones futuras? De ahí
viene la urgencia del objetivo de la sustentabilidad.
Ya el
país tenía la experiencia del Lago de Maracaibo, una verdadera catástrofe en
términos ecológicos.
Sí, una
catástrofe vista desde muy temprano, porque en 1921 hubo protestas de
pescadores del lago y en el congreso gomero se aprobó la primera ley de control
de los derrames de petróleo. O sea que consciencia sobre eso había y también la
percepción de que ahí se producía un gran daño.
La
Corporación Venezolana de Guayana fue un proyecto ambicioso que por más de 50
años tuvo continuidad en la vida política e institucional del país…
… Y que tuvo
logros muy concretos, muy tangibles, porque todo lo que es el desarrollo
hidroeléctrico del río Caroní es único en América Latina. Eso es un logro
extraordinario. El polo industrial de Guayana era una cosa que les aguaba la
boca a los latinoamericanos cuando oían hablar que se había construido una
ciudad de más de 500.000 habitantes, que allí estaba el asiento de una
industria pesada, que estaba produciendo más de 4,5 millones de toneladas de
acero al año. Tuvimos capacidad en el país para hacer todas esas cosas.
¿Cómo es
que eso se borra de un plumazo?
Eso no se
borra de un plumazo. Eso se borra porque la sociedad nuestra tiene unos
factores culturales que facilitan una tragedia de esa envergadura. ¿Qué pasó
con los obreros de la siderúrgica cuando decidieron renacionalizar esa
industria? Se pusieron todos contentísimos, pero todos perdieron las acciones
que tenían allí. Esa industria llegó a producir algo más de cuatro millones de
toneladas de acero, que era la capacidad para la cual se diseñó la planta en su
segunda etapa (1974). Lo que ha pasado con el aluminio es una cosa de ponerse a
llorar. Las minas de bauxita de los Pijiguaos paralizadas, el proceso de la
bauxita igualmente paralizado. Para hacer cualquier cosa de aluminio, tú tienes
que importar la bauxita del exterior.
Quisiera
detenerme en los factores culturales que mencionó, porque la debacle de Guayana
—y del país en general—, se atribuye, una y otra vez, a la corrupción, al
clientelismo político, pero resulta que la cosa es más profunda. ¿Qué
responsabilidad le podemos atribuir a los sectores laborales, a los sectores
sindicales?
Uno de los
planteamientos más novedosos que han surgido es que hay que promover un cambio
cultural en la sociedad venezolana, pero específicamente en los sectores que
han estado involucrados en los problemas de Guayana. Se ha generado un clima
laboral en el que hay una corrupción pavorosa, no hay un solo elemento de la
sociedad que no esté pensando en la picardía, la disciplina se ha relajado.
¿Sabías, por ejemplo, que esas empresas están paralizadas pero todos los
trabajadores reciben su sueldo, un sueldo mínimo en sus casas? Son decenas de
miles de personas. ¿Cómo levantas tú y pones a vibrar un país si no hay una
acción deliberada, bien estudiada, para incidir en esos factores tan negativos?
No solamente es la cultura rentista sino que sobre ella se han adosado otras
perversiones, que hacen que nuestra sociedad sea tan poco resiliente para
afrontar un proceso de reconstrucción.
Arnoldo José
Gabaldón retratado por Daniel Loaiza
En un
abrir y cerrar de ojos pasamos —tal como lo han denunciado sectores de la
academia—, del rentismo petrolero al rentismo minero. La pregunta es si vamos a
seguir en esta guachafita.
Los que
concibieron el polo industrial de Guayana tenían muy claro su objetivo. Allá
había unos recursos minerales, fundamentalmente hierro y aluminio, y había
energía barata. Eso era para producir materias primas que debían ser
reelaboradas en Guayana, para que aquello se convirtiera en un polo de
exportaciones. De las posibilidades de diversificación económica que tuvo el
país, esa fue la más destacada. Cambiar eso ahora por el extrativismo de oro,
prácticamente las pepitas las sacan para llevárselas a Ámsterdam o Dubái, sin ningún
procesamiento previo, es remachar la cultura rentista en otra vertiente. ¿Vamos
a pasar de un extractivismo a otro cuando creíamos que la Venezuela
pospetrolera iba a tener pilares como los de Guayana? Bueno, resulta que los
deshicimos.
El
Municipio Sifontes del estado Bolívar, donde hay una gran concentración
aurífera, a la vez es el foco de la malaria, de la desinstitucionalización y de
la presencia de bandas paramilitares como el ELN de Colombia. Ahí, donde están
los recursos, mira lo que tenemos al lado. Es una incongruencia asombrosa.
Te cuento una
anécdota. En la década de 1980 (86, 88), yo estuve en Bogotá. Germán Carrera
Damas estaba de embajador. Hablando de los problemas de Colombia me refirió que
uno de ellos era que el Estado colombiano no tenía presencia en el 30 por
ciento de su territorio. Actualmente, en el caso de nosotros, el Estado
venezolano no está presente en casi el 50 por ciento del territorio. Apure,
Amazonas, Bolívar, Delta Amacuro. Ahí no hay presencia del Estado en modo alguno.
Habrá unos solados por aquí, por allá, en connivencia con la guerrilla del ELN
y la disidencia de las FARC. Recientemente, unos señores que estaban de pesca
en el Caranaparo me contaron que llegaron unos hombres en lancha y se
identificaron como integrantes del ELN. Eso es. Venezuela tiene perdido medio
territorio.
No es que
colapsó el modelo petrolero, sino que lo destruyeron al quebrar a PDVSA. De
hecho tenemos un Estado totalmente empobrecido, vaciado de recursos y a futuro
vamos a depender de la inversión extranjera, de la inversión privada, pero la
Constitución del 99 consagra la propiedad del Estado y privilegia lo público.
¿Qué haría falta para atraer capitales al país?
Aquí lo que
está planteado es una suerte de renacimiento para que Venezuela pueda volver a
encarrilarse, con una trayectoria de desarrollo normal. Los retos de carácter
institucional son muy serios, de forma tal que el problema electoral pudiera
ser el principio, pero eso por sí solo no resuelve nada. Aquí debe conjugarse
una serie de voluntades y de esfuerzos, y una conducción adecuada, que sepa
para donde ir y que tenga el poder, porque ¿qué va a ser de las Fuerzas Armadas
en el futuro, una pila de parásitos que se acostumbraron a martillar y a estar
robando glotonamente? ¿Cómo se encarrila un país en esas condiciones? Bueno,
ahí están las consecuencias. Y si pasas revista en América Latina, nosotros
empezamos a aparecer en la cola.
Otro
temas que ponen de relieve es que Venezuela dejó de ser un país competitivo.
Advierten, además, que la recuperación «será difícil y será lenta». Pero
no falta quien diga que, si el señor Maduro se va, el mandado está hecho.
En la
competitividad, por supuesto, está presente el factor humano. Ese factor humano
radiado que tenemos, porque eso es lo que ha ocurrido, sobre todo en estos 20
años, y a no ser que tú llegues a motivarlo con estímulos muy inteligentes,
será un fardo muy pesado. Pero hay otra cosa que también es muy grave: No ha
habido un desarrollo de un sistema de ciencia y tecnología e innovación. Esa es
la base de la competitividad, precisamente. Y no lo tenemos. ¿Tú sabías, por
ejemplo, que en las industrias de Guayana se llegó a producir un ring de
aluminio que usaron los carros de la Formula 1? En su momento, esos rines
pesaban 14 kilos y resulta que actualmente pesan, debido a la innovación, 8
kilos. Tienen, además, la misma resistencia. Por lo tanto, al surgir esa
innovación tecnológica, quedó absolutamente desfasada la empresa original de
rines. Si me dices que en Guayana está presente el Instituto Tecnológico de
Massachusetts con un ejército de científicos instalando todo tipo de cosas, uno
tiene razones para pensar que aquello puede recuperarse con rapidez, pero no lo
hay, no se creó un aparato científico tecnológico que pudiese aportar esa
innovación tan necesaria para un complejo industrial.
Tampoco
hay esa capacidad en las universidades venezolanas.
Nosotros nos
hemos vinculado a la UCAB en Guayana para que sea su rector, el padre Arturo
Peraza, quien motorice la segunda vuelta de discusiones de este documento.
¿Destrozada la CVG quien se va a ocupar de materializar esa estrategia de
desarrollo sostenible, cuyo guión es el que estamos proponiendo? Más allá de
las iniciativas valiosas para la transitoriedad, se requieren unos cerebros que
empiecen a pensar en el mediano y largo plazo. Lo que se hizo, y lo que podamos
hacer, no es algo que puedes hacer de la noche a la mañana. En 1959, el general
Alfonso Ravard, quien presidía la CVG, fue al Instituto Tecnológico de
Massachusetts y lo que se fue gestando allí fue de una maduración muy lenta. Pero
firme, no había retroceso.
Arnoldo José
Gabaldón retratado por Daniel Loaiza
Para
ustedes es muy importante la consecución de una imagen objetivo, ¿podría
definir ese concepto? ¿Cómo lo podríamos visualizar?
En un proceso
de planificación prospectiva, tú tienes que tomar en cuenta la situación
actual, cuyo diagnóstico es muy negativo. Eso es lo que consignamos en el
documento. Tu horizonte de planificación abarca un período de 20 a 30 años. Y
en esa planificación, además de tomar en cuenta los escenarios que pueden
ocurrir, tú tienes que imaginarte cómo es la imagen deseable de lo que quieres
que ocurra allí. Yo deseo que Guayana esté exportando 10 millones de productos
elaborados a los mercados internacionales. Yo pienso que es posible que toda la
alimentación de Guayana sea provista por el Delta del Orinoco, porque se han
desarrollado allí unos proyectos. Esa es la imagen objetivo. Pero esa imagen no
se saca del bolsillo tiene que ser producto del raciocinio, de la auscultación
de las realidades y de cómo han sido las tendencias del pasado.
Mucho de
lo que ha dicho es planificación, es institucionalidad, ¿pero cuáles serían las
condiciones para que la inversión privada se vincule y se asocie en la
consecución de esa imagen objetivo?
Si vamos a
salir a flote tiene que venir un régimen diferente, un régimen que empiece por
producir confianza a todos los venezolanos y especialmente a los inversionistas
que estén dispuestos a arriesgar sus recursos. Eso implica que vas a tener que
modificar algunas leyes, pero sobre todo un régimen que sea capaz de dar
demostraciones y emita mensajes que refuercen la confianza de la gente. Si eso
se logra a nivel nacional, posiblemente puedas sacar beneficios de allí para el
sector petrolero y para el sector de Guayana. El problema no es sólo arreglar
la democracia con unas elecciones transparentes, es un cambio muchísimo más
profundo. De lo contrario, el riesgo es que Venezuela pase 100 años a la cola
de América Latina. Si nosotros no conseguimos el camino, eso está cantado. Este
país no levanta cabeza.
Usted,
por distintas razones, es uno de los venezolanos que conoce a fondo lo que
ocurre con la malaria, cuya incidencia ha aumentado de forma alarmante, entre
otras cosas, por la minería ilegal y la fragmentación de los bosques en
Guayana. ¿Qué opinión tiene?
En 1999 al
señor Chávez se le ocurrió suprimir la División General de Malariología y
Saneamiento Ambiental del Ministerio de Sanidad, que era la organización que se
ocupaba de la medicina preventiva y de hacer el seguimiento de todo lo que
ocurriese epidemiológicamente en materia de malaria, de dengue y de las
enfermedades transmisibles. Hay, como elemento histórico, una carta del doctor
Oscar Noya, profesor de la Universidad Central de Venezuela, que en uno de sus
párrafos dice: Yo le puedo anticipar a usted (Hugo Chávez) que si ese
proyecto de eliminar se lleva a cabo, usted está destruyendo uno de los pilares
fundamentales de la salud venezolana. Ciertamente, en Guayana hay
condiciones que dificultan la lucha contra el mosquito transmisor de la
malaria, pero la exportación al resto del país ha quedado sin control y
actualmente tenemos un millón de casos de malaria.
POR Hugo Prieto
22/03/2020
***
*Guión para la
formulación de una estrategia de desarrollo sostenible para Guayana.



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