Suele acertar en sus predicciones y considera que tenemos poco tiempo: solo tres décadas para reducir a cero las emisiones de efecto invernadero. Si no, sufriremos. Estupefacto ante las mentiras y supuestas conspiraciones que han aflorado durante la pandemia y preocupado por la polarización social, Bill Gates cree que aún podemos salvar el futuro
Sostiene Bill Gates que
los efectos del cambio climático serán mucho peores que los de la pandemia si
no conseguimos reducir a cero las emisiones de efecto invernadero para el año
2050. Sabe que es una misión titánica, pero no la cree imposible si los
mercados, la tecnología y la política se alinean con el mismo fin. Él aporta su
plan, que desgrana en su nuevo libro, Cómo evitar un desastre
climático (Plaza & Janés), en el que descarta dedicar esfuerzos a
mitigar los efectos del calentamiento del planeta porque, sencillamente, ya es
demasiado tarde. Recién vacunado contra la covid, el filántropo y fundador de
Microsoft charla sobre la pandemia presente y las que llegarán, el auge de los movimientos antivacunas y negacionistas en las redes sociales, y sus esperanzas en
la nueva Administración de Biden. Es una entrevista, como tantas cosas en estos
tiempos, virtual.
Hace justo un año que el virus de Wuhan empezó su rápida expansión por el mundo. El coste en vidas
humanas y el destrozo económico es inmenso, pero ya tenemos varias vacunas para
combatirlo. ¿Se atreve a vaticinar dónde estaremos dentro de un año?
Habremos superado en gran medida los efectos más dramáticos de
la pandemia, aunque es posible que el virus siga circulando por algún lugar del
mundo. La cuestión ahora es si seremos capaces de reducir la cifra [de
contagios] a cero, o si se convertirá en una enfermedad endémica y tendremos
que seguir vacunando a un nivel más o menos alto de manera continuada. No lo
sabemos aún. Lo ideal sería lograr que el virus no se contagie entre humanos.
Por lo demás, las tiendas volverán a abrir, regresarán los eventos públicos,
siempre y cuando al menos un 70% de la población esté vacunada. Pero sí, este
próximo verano las cosas volverán en gran medida a la normalidad. Y en 2022,
países como España o Estados Unidos la habrán recuperado casi totalmente y se
podrán celebrar grandes actos públicos.
¿Hasta qué punto le preocupan las nuevas variantes o mutaciones de la
covid y en qué medida pueden
alterar su pronóstico?
A medida que surjan nuevas variantes es posible que tengamos que
modificar las vacunas para lograr una mayor eficacia. Lo que hace la variante
es reducir significativamente la efectividad de los anticuerpos monoclonales,
en los que confiábamos para reducir la tasa de mortalidad en paralelo al avance
de las campañas de vacunación. Desgraciadamente, esa herramienta terapéutica no
será tan valiosa como se esperaba. Sin embargo, las vacunas de las que
disponemos, como la de Pfizer y la de Moderna, son tan poderosas que sus
efectos son muy eficaces. Todavía no estamos muy seguros de que sea necesario
modificarlas, pero lo estamos investigando por si acaso. Nos llevaría unos tres
meses realizar las pruebas de seguridad y fabricarlas.
¿Se ha vacunado ya?
Sí, me inyectaron la primera dosis de la vacuna de Moderna hace unos días en California, donde ya se inmuniza a
mayores de 65 años.
La Fundación Gates ha invertido 1.750 millones de dólares
en investigación y suministros
médicos contra la covid. ¿Cuál es ahora su prioridad: más inversión,
investigación, mejor distribución?
Las vacunas de Pfizer y Moderna están basadas en el ARN
mensajero [ARNm] y contienen una nanopartícula lipídica cuya producción es muy
costosa. Fabricarlas en grandes cantidades es más difícil y no son termoestables.
Con una mayor inversión en I+D a lo largo de los próximos cinco años seremos
capaces de resolver todos los problemas que nos plantea el ARNm. Las vacunas de
AstraZeneca, Johnson & Johnson y Novavax son más clásicas. La fundación
está creando alianzas con laboratorios y con varias empresas de la India para
producirlas en grandes fábricas de ese país. La mayoría de la gente no es
consciente de que las empresas de vacunas indias son cinco veces más grandes
que las occidentales, porque es de ahí de donde salen prácticamente todas las
vacunas que van a las naciones en desarrollo. Estamos intentando aprovechar ese
potencial y reducir los tiempos de inmunización entre los países occidentales y
en desarrollo. Ahora mismo la diferencia es enorme. Los países occidentales
disponen de muchas más dosis que los de ingresos medios como Brasil o
Sudáfrica, donde, pese a estar padeciendo más los estragos de la pandemia, las
vacunas llegan más lentamente.
La covid nos enseña que nadie estará a salvo hasta que todo el
mundo lo esté, al menos hasta alcanzar ese 70% de población inmunizada. Llegar
ahí implica una colaboración internacional sin precedentes. ¿Podría ser que
esta pandemia nos haya hecho entender mejor qué significa actuar de manera
global, ante otros retos también mundiales como el cambio climático?
La cooperación global es necesaria. Este esfuerzo general por
compartir información es de una importancia vital porque se trata de una lucha
entre la humanidad y el virus, y ningún país puede aislarse. No todo ha
funcionado bien, pero hemos aprendido muchas cosas que nos permitirán estar más
preparados para la siguiente pandemia, que si está bien gestionada no llegará
al 10% de las muertes y el daño económico será menor del que estamos sufriendo
ahora. Es una pena que no se hiciera caso de las alertas. Mi charla TED de 2015 era una de ellas. Creo que por eso ahora los ciudadanos esperan
que los Gobiernos trabajen mano a mano con expertos y que escuchen sus consejos
para poder estar más preparados en el futuro.
“La
siguiente pandemia, si está bien gestionada, no llegará al 10% de las muertes”
El cambio climático es
más difícil de resolver que una pandemia, pero, si no lo hacemos, los efectos
negativos serán mucho peores. Me alegra que el interés por el cambio climático
no haya decaído, como sí sucedió durante la última crisis financiera porque se
consideraba un problema a largo plazo. El plan de recuperación de la Unión
Europea va a dedicar un 35% de sus fondos al cambio climático. En la Fundación Gates hemos
creado grupos de trabajo con Europa y con España para buscar soluciones: ¿Qué
hacemos con el hidrógeno verde? ¿Empleamos parte de esos fondos para reducir
sus sobrecostes (la prima verde) frente al hidrógeno normal? De esa manera, la
opción ecológica se extendería con más facilidad. Y en Estados Unidos, gracias
a la elección de Biden, veremos un periodo mucho más esperanzador para el
clima, pese a que tardaremos unos años en salir del hoyo en el que estamos
debido a la pandemia.
En su libro confiesa un cierto sentido de culpabilidad: es un
hombre rico, con grandes propiedades, que vuela en avión privado, y por tanto
su huella de carbono es enorme, aunque asegura que hace lo posible para
reducirla. ¿Es el cambio climático un
problema exclusivo de los países ricos, puesto que somos los que lo hemos
generado?
Las emisiones de carbono están aumentando y en el futuro
emanarán sobre todo de los servicios básicos de muchos países en desarrollo:
del aire acondicionado, de la construcción, de tener luz. Se habla mucho de
reducir el consumo de electricidad, pero esa no es la vía adecuada para bajar
las emisiones a cero. Puede resultar útil, pero la única manera de lograr esa
meta no es conducir menos, sino conducir un coche de cero emisiones. En las
naciones pobres, el combustible de aviación, el acero y el cemento siguen
siendo necesarios para que crezcan sus economías, y sustituirlos no es posible
si supone un gran aumento de precio. Creo que es necesario innovar para
disminuir las primas verdes y que los países pobres puedan pagarlas. Es posible
que tengamos que subvencionar parte de esas primas. Pongamos que gracias a la
innovación logramos reducirlas en un 95%. En ese caso, los Estados de ingresos
medios y los ricos pagarían el 5% restante. A los muy pobres, muchos de los
cuales se encuentran en África, podríamos ayudarlos con subsidios procedentes
de la cooperación internacional. La contribución que recibe África no es tan
alta como debiera: la población está aumentando, hay mucha inestabilidad y el
cambio climático no va a hacer más que agravarla. Los países más pobres no
deberían cargar con tanto peso porque, además, son los que más acusan el cambio
climático. La persona que se encuentra en peor situación es un agricultor que
viva cerca del ecuador, donde las olas de calor son intensas y arruinan las
cosechas a menudo, y donde abundan las inundaciones y las sequías. Resulta
irónico que quienes menos han contribuido a causar el problema sean los que más
van a sufrirlo.
En España hemos comprobado cómo la apuesta solar y eólica está
funcionando y con costes competitivos. Usted es un gran defensor de las
energías verdes, pero también de la nuclear. En 2006 creó TerraPower para desarrollar una central nuclear de cuarta
generación, aunque reconoce que la opinión pública es muy reticente a construir
nuevas plantas. ¿Cree que la energía nuclear tiene recorrido en nuestro futuro
energético?
Algo que no se quiere reconocer es que en un futuro vamos a
necesitar generar 2,5 veces más electricidad de la que usamos actualmente para
calentar edificios, mover vehículos y alimentar procesos industriales. Tiene
razón cuando dice que los precios de las energías solar y eólica han bajado,
incluso está empezando a reducirse el de la energía eólica marina, lo cual es
un milagro, es fantástico. Pero nos queda aún un problema importante por
resolver, y es que estas fuentes de energía son intermitentes. Es decir, si las
condiciones meteorológicas son las adecuadas durante semanas, bien; pero si
llega una ola de frío potente, habrá grandes áreas que no podrán beneficiarse
de ese tipo de energías. Para aumentar su fiabilidad, es necesario crear un
almacenamiento energético a gran escala conectado a la red, lo cual es mucho
más difícil que fabricar la batería de un coche. Otro enfoque consiste en disponer
de un sistema que genere energía constante durante las 24 horas del día, que es
lo que hacen la fisión o la fusión nuclear. Pero en ningún momento estoy
abogando por un uso exclusivo de la energía nuclear; lo que quiero decir es que
la gente debería tener una mente más abierta con vistas a la cuarta generación
de reactores nucleares que aparecerán de aquí a cinco o seis años, ya sean los
que estamos creando en TerraPower u otros. La energía que producirán es barata
y segura. La gente debería tener una mente más abierta porque, además, es el
tipo de energía más seguro: causa un número de muertes o de heridos mucho menor
que los ocasionados por la minería y los gasoductos. Pero entiendo que la
energía nuclear actual, tal y como está planteada, no va a lograr la aceptación
del público, así que he tirado la toalla al respecto.
“En un
futuro vamos a necesitar generar 2,5 veces más electricidad de la que usamos
actualmente”
¿En serio ha tirado la toalla?
Sí, en cuanto a la energía nuclear tal y como funciona hoy.
TerraPower está trabajando en un modelo que no ejerce presión en el reactor y
que no genera calor. Es muy diferente. No precisa operarios humanos. Si
logramos el milagro de poder almacenar la energía, no serán necesarias ni la
fusión ni la fisión nuclear, pero no está muy claro que lo vayamos a conseguir,
aunque hay varias empresas muy ambiciosas que están invirtiendo en esta
tecnología. TerraPower ha recibido fondos federales para la construcción de una
planta modelo en los próximos cinco años. Si conseguimos que funcione y recibe
la aprobación de la Comisión Reguladora Nuclear de Estados Unidos, que es la
mejor del mundo, solo entonces iremos a otros países para plantearles su uso,
aunque debo admitir que, por muy segura que sea, el reto será convencer al
público de sus ventajas.
El presidente Biden se ha estrenado aprobando una orden
ejecutiva para que Estados Unidos vuelva al Acuerdo de
París. ¿Qué otras medidas espera
del nuevo Gobierno como señal de su compromiso para abordar el cambio
climático?
En primer lugar, necesitamos un aumento extraordinario de la
inversión en I+D, de al menos 20.000 millones de dólares, y eso solo en Estados
Unidos. También son necesarias políticas que promuevan el uso de productos
verdes, aunque se encuentren en fases iniciales y por muy altas que sean las
primas. Podría ser el caso de las industrias del acero y del cemento, para que
culminen su transición ecológica. En EE UU se ha impulsado la expansión de las
energías solar y eólica a través de bonificaciones fiscales y ahora que los
precios han bajado podríamos usar esos créditos para el desarrollo de tecnologías
de almacenamiento de energía o de combustible de aviación verde. Aun así, sería
necesario duplicar o triplicar esos incentivos y crear políticas que aceleren
su implantación porque 30 años no es un periodo de tiempo muy largo para
cambiar todo el sistema de generación de electricidad y producción de acero y
de cemento. Espero que se puedan adoptar políticas en esta dirección y que
permanezcan vigentes durante este periodo de 30 años, en lugar de desaparecer a
merced de los vientos políticos. Debería abrirse una vía bipartidista al menos
para los aspectos clave, como la inversión en I+D, que será fundamental.
¿Le preocupa la falta de mujeres en carreras científicas,
ingenierías y computación? Son las profesiones realmente fundamentales para
llevar a cabo la transformación verde que usted defiende.
La Fundación Gates, y en particular mi esposa, está muy
comprometida con todo lo relativo a los problemas de género. Las mujeres en los
países pobres, en la medida en que son las que paren y cuidan a los hijos,
soportan cosas mucho peores que los hombres. Hay un dicho que dice que la
pobreza es sexista, lo que no significa que el problema desaparezca en los
lugares ricos, pero en los pobres es mucho peor. Pero, en general, falta
talento en estos campos. Incluso en las mejores universidades, como por ejemplo
el MIT, la cantidad de cociente intelectual que se invierte en innovar en la
industria es muy reducida. Ahora que hay muchos más universitarios en el mundo
necesitamos mucho talento en estos sectores, que sean atractivos para que los
más listos se dediquen a ello en vez de hacer carrera financiera en Wall
Street.
Al auge de los negacionistas del cambio climático se ha sumado últimamente multitud de teorías
conspiratorias sobre el origen de la covid y de las vacunas que le ponen a
usted directamente en el centro de la diana, como la mente detrás de un plan
para controlar el mundo…
La pandemia ha generado un nivel de debate y de teorías
conspirativas que jamás hubiera imaginado. El doctor Fauci y yo protagonizamos
teorías que sugieren que, en lugar de intentar salvar vidas, estamos haciendo
lo contrario; o que, en lugar de donar dinero, buscamos hacer negocio. El problema
se vuelve muy serio si eso hace que la gente crea que llevar una mascarilla o
ponerse una vacuna no es importante. Hemos vivido una situación tan difícil que
las personas buscaban respuestas simplistas, tipo: “La culpa es de este señor”.
No es tan sorprendente, pero lo que no supe anticipar es cómo los canales
digitales iban a favorecer que se enviaran millones de mensajes sobre estos
temas todos los días. Espero que la cosa amaine. En cuanto al cambio climático,
en EE UU es un tema un poco partidista, aunque mantengo contacto con algunos
republicanos que muestran preocupación y quieren hacer algo al respecto,
especialmente los más jóvenes. El cambio climático es más complicado que una
pandemia. La cantidad de recursos que estamos pidiendo que se prioricen para la
causa es muchísimo mayor que los invertidos para conseguir una vacuna. Pero el
daño en términos económicos y de vidas humanas es inmensamente superior. ¿Cómo
se puede evitar esto? En un escenario ideal, los planes de estudios de las
escuelas deben abordar el cambio climático. Por otro lado, cada vez más gente
presencia o padece fenómenos meteorológicos extremos, y eso es algo que, por
muy trágico que sea, está contribuyendo a un cambio de actitud. Creo que esta
es una de las razones por las que el interés hacia el cambio climático es mayor
hoy que hace cinco años.
Dice que le gustaría disponer de un invento mágico que pudiera
reconducir la conversación hacia un terreno más constructivo y menos
polarizado. Los actuales gigantes tecnológicos tienen mucha responsabilidad en
este asunto. Quisiera conocer su opinión sobre cómo se podría regular esta
conversación global, plagada de noticias falsas. ¿Quién y cómo puede reglamentarlo? ¿Podemos confiar en una
autorregulación?
Algunos países imponen restricciones a la prensa. Estados Unidos
es el país más liberal al respecto. Gracias a la primera enmienda de nuestra
Constitución, podemos decir y publicar locuras, como negar el Holocausto, y no
pasa nada. El entorno digital es igual y además se aprovecha de la debilidad
humana. Leemos noticias que nos enfadan y seguimos pinchando en noticias o
mensajes que nos crispan aún más, y luego llegan las noticias falsas. Pero
¿cuál es el papel de las redes sociales a la hora de bloquear cierto tipo de
discursos? Es un problema muy complicado, especialmente cuando hablamos de
buenos o malos políticos. Si empiezas restringiendo ese tipo de discursos,
¿quién terminará juzgando lo que vale y lo que no? Durante la pandemia, las
redes sociales han bloqueado noticias falsas generadas por el movimiento
antivacunas, algo que he agradecido mucho, al mismo tiempo que respetaban otros
debates legítimos sobre sus posibles efectos secundarios, sobre si se han realizado
los ensayos necesarios y sobre si deberíamos confiar en ellas o no. Preguntarse
esto es legítimo, pero hay muchas mentiras también. Creo que con este tema las
redes sociales están adquiriendo algo de práctica a la hora de poner límites.
Alguien con mucha inventiva tendrá que ayudarnos a trazar la línea entre la
comunicación abierta de la que se benefician las democracias y el hecho de que
haya algunas personas que no pueden resistirse a la hora de pinchar en noticias
cada vez más descabelladas.
¿Dónde estaba el pasado 6 de enero? ¿Siguió el asalto al Capitolio?
Sí. Cuando era joven, en 1972, trabajé allí como mensajero y
conozco el edificio muy bien. El mitin de Trump no lo vi entero pero después me
quedé pegado a la televisión durante las siguientes 15 horas hasta que se
certificaron todos los votos de la elección de Biden, bien entrada la
madrugada. Luego he ido viendo todos esos vídeos que han ido surgiendo, en los
que se percibe con mayor claridad cómo la gente invadió el Capitolio y lo mal
que se pusieron las cosas. Fue horrible. Estaba enganchado, nunca antes nos
había ocurrido algo parecido.
¿Cree que ya se ha superado?
[Pausa] En gran medida, sí. Estados Unidos no es un país que
haya vivido muchas insurrecciones, y aunque tras el 6 de enero se tomaron
medidas extremas de precaución en varias capitales y en Washington DC y se
convocó a la Guardia Nacional, lo cierto es que no ha habido mucho más. Por un
lado, puede decirse que nuestra democracia está en buena forma, pero
tampoco esperábamos toda aquella violencia del 6 de enero. Veo el vaso medio
lleno. La verdad es que no sabemos si Donald Trump ha sido algo único en nuestra
historia o si ha sido un precursor de lo que está por llegar.
Esta pandemia nos ha obligado a enfrentarnos a nuestros miedos:
a la muerte, a la enfermedad — nuestra o de nuestros seres queridos— , a
convivir con la incertidumbre sobre nuestro trabajo, sobre nuestro futuro.
¿Cómo le ha afectado a usted personalmente?
La pandemia hace que todas las desigualdades empeoren. Las
minorías étnicas sufren más económicamente, también enferman y mueren más.
Incluso en el continente africano, donde el coronavirus no ha sido tan letal
salvo en Sudáfrica, la deuda y los ingresos y la confianza en los Gobiernos
tardarán al menos cinco años en recuperar los niveles anteriores. A veces me
siento culpable porque el impacto en mi vida ha sido mucho menos negativo: al
fin y al cabo, aunque no he podido viajar, tengo una buena conexión a Internet
y hago trabajo de oficina. He visto a mis hijos más de lo habitual y sus
clases online han sido buenas, así que el déficit en su
educación ha sido leve. No me puedo quejar. Hay cosas que me fascinan: nos
preguntamos si necesitamos viajar tanto o ir a la oficina a trabajar. Todo esto
nos ha forzado a cambiar. En Microsoft están trabajando en la mejora de Teams,
hay mucha innovación que hacer en el campo del software. Pero
eso nos lleva también a preguntarnos dónde y cómo vamos a construir nuestras
relaciones personales, qué es lo que nos estamos perdiendo, dónde está el punto
de equilibrio… En la fundación hemos podido aplicar mucho de nuestro
conocimiento en enfermedades infecciosas, un campo que actualmente no recibe
demasiada atención de los países ricos. Como afirmo en mi carta anual, es la primera vez que la salud global ha sido verdaderamente
global, y no solo un problema de los países en desarrollo. Me entristece que no
se hiciera caso de las alertas sobre la pandemia, pero ahora el mundo sabrá
hacer lo correcto en la próxima. Ha sido un año muy muy peculiar que también
nos ha traído beneficios, como la técnica del ARNm, que podremos usar en muchas
otras enfermedades infecciosas. Así que, a pesar de lo triste que ha sido en
general, podemos aprovechar las innovaciones que han visto la luz.
'CÓMO EVITAR UN DESASTRE CLIMÁTICO'
Con el subtítulo de Las
soluciones que ya tenemos y los avances que aún necesitamos, Bill Gates
presenta las conclusiones de una década de investigación sobre el cambio
climático. Un libro que no solo busca concienciar, sino que propone un plan de
acción práctico para alcanzar el objetivo de emisiones cero. A la venta el 16
de febrero de 2021, simultáneamente en veinte países. Plaza &
Janés. 320 páginas
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