jueves, 6 de diciembre de 2018

¿Por qué hay un centenar de tribus que quieren seguir aisladas? - Jaime Rubio Hancock


Se han enfrentado a la colonización, a la explotación de sus tierras y a enfermedades

Hay en torno a un centenar de pueblos aislados o no contactados, la mayor parte en Sudamérica y en Nueva Guinea, además de en el centro de África y en algunas islas del Índico. De ahí son los sentineleses, que habitan la isla de Sentinel del Norte, en el archipiélago de Andamán (India). De ellos se está hablando en los últimos días después de que asesinaran a John Allen Chau, un misionero estadounidense que pretendía evangelizarlos.


“No hay que pensar que por el hecho de que un pueblo esté aislado por decisión propia desconozca el mundo por completo”, explica a Verne Fernando Monge, profesor de Antropología en la UNED. Simplemente “no tienen interés por establecer contactos con su entorno”.

Un entorno que rehúyen, pero que conocen, apunta Luisa Abad, antropóloga de la Universidad de Castilla-La Mancha. “Todos los contactos que estas comunidades han establecido con la población dominante han tenido consecuencias negativas”.

En el caso del Amazonas, donde ella estuvo trabajando, Abad recuerda la “experiencia traumática que supuso el genocidio a finales del siglo XIX a consecuencia de la extracción del caucho” en esta región, que “probablemente se ha transmitido desde entonces mediante narraciones orales”. Actualmente, estas comunidades siguen enfrentándose a los intereses “de las compañías extractivistas de gas, hidrocarburos y madera”.

Colonización y enfermedades

La situación de estas tribus es similar en todo el mundo. La página web de la ONG Survival, que defiende los derechos de los pueblos indígenas, recoge testimonios parecidos de tribus de Perú como los catacaibo y los isconahua, por ejemplo. En cuanto a los sentineleses, recuerda que las tribus vecinas “fueron aniquiladas después de que los británicos colonizaran sus islas”.
Otro de los riesgos que corren estos grupos es el hecho de que no tienen inmunidad a enfermedades comunes como el sarampión o la gripe, por lo que suponen un riesgo mortal para ellos. Abad recuerda que este es otro motivo por los que estas comunidades quieren evitar el contacto con extraños: en muchas ocasiones estas experiencias han terminado con miembros de la comunidad falleciendo tras un contagio. Esta es también una de las razones por las que las autoridades indias han renunciado a recuperar el cadáver de Chau, al menos por el momento.

Abad añade que estas tribus sí establecen contactos esporádicos con otros pueblos vecinos cuando lo necesitan, antes de volver a replegarse, uno de los motivos por los que no se considera correcto hablar de “pueblos no contactados o aislados” y mejor de “pueblos en situación de aislamiento y contacto inicial”.
Al respecto, Abad recuerda que, estando en Perú, los machiringas le hablaron de estos contactos que habían mantenido con personas de algunas comunidades aisladas con las que comparten idioma. “Su principal preocupación era que estaban rodeados”.
En el Amazonas es precisamente donde se estima que hay más tribus sin contactar: la web Big Think recoge que el Gobierno brasileño estima que hay unas 77, mientras que National Geographic eleva la cifra a 84. Las estimaciones no son fáciles, ya que a menudo se trata de observaciones hechas sobrevolando la zona o según el testimonio de otras comunidades que viven cerca. De hecho, en 2005 un helicóptero sobrevoló Sentinel del Norte para comprobar los efectos de un tsunami en la zona. Uno de los habitantes le recibió lanzándole una flecha con su arco.

Derechos poco respetados

¿Qué ocurre si alguien hace caso omiso a todas estas precauciones y quiere visitar uno de estos pueblos? La cuestión legal es más compleja y depende de cada país. En el caso de Sentinel del Norte y según recogía EL PAÍS, “la presencia de extranjeros está prohibida en las inmediaciones, aunque investigadores locales alegan falta de control marítimo en la zona”.

Monge apunta que a este respecto hay un marco básico que es la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas, aprobada por la ONU en 2007. Este documento, votado tras 20 años de negociaciones, reconoce su derecho a la propiedad de la tierra, a los recursos naturales de estos territorios, al respeto a sus tradiciones y a la autodeterminación.

Sin embargo y como explica Abad, la legislación nacional e internacional no se respeta por culpa de los intereses económicos que hay detrás, especialmente en el Amazonas. “Si en Sentinel del Norte hubiera petróleo, no se habría dejado en paz a los sentineleses como hasta ahora. Y tampoco se les habría respetado si no se hubieran defendido continuamente”.
Sin dejar de lamentar la muerte de Chau, Abad apunta que lo que hizo fue un “gravísimo error”, fruto de “la falta de información y de la prepotencia”. Y añade: “Ellos no nos han pedido que vayamos. Hay que respetar su decisión”.
No siempre se ha hecho: Survival recoge en su web la experiencia de los jarawa, una tribu nómada de unas 400 personas, también de las islas Andamán. Algunos de los jarawenses rompieron su aislamiento en 1998 y desde entonces la comunidad se ha enfrentado a intentos de “sedentarización” por parte de las autoridades locales, además de a los cazadores ilegales que se hacen con los animales que necesitan para su subsistencia. A esto hay que sumar dos epidemias de sarampión en los últimos 20 años y el turismo masivo. Survival usa el término “safaris humanos” por cómo los turistas conducen por su territorio con la esperanza de “avistarlos”.
Tribu aislada del Amazonas. AFP

Una de las tribus aisladas del Amazonas, en una vista aérea. AFP


https://verne.elpais.com/verne/2018/11/28/articulo/1543389679_616043.html


Las últimas tribus no contactadas

Los sentineleses tienen una forma brutal de decir al mundo que no quieren ser molestados


Un indígena de Sentinel del Norte en una imagen de 2004, tomada por la marina india. AFP PHOTO / INDIAN COAST GUARD / SURVIVAL INTERNATIONAL

Las tribus no contactadas no están aisladas, desgraciadamente para ellas, y ni siquiera está claro en muchos casos que no hayan sido contactadas de alguna forma. Lo que la mayoría de los antropólogos cree es que rechazan el contacto con el mundo exterior, porque son plenamente conscientes de lo que les espera en él y de la suerte que han corrido la mayoría de los grupos indígenas del mundo. Como explicó a la BBC una experta de Survival International, “saben mucho más de lo que ocurre fuera de lo que pensamos. Conocen la selva como nadie y detectan rápidamente a los extraños”. Tampoco son civilizaciones varadas en la prehistoria: han evolucionado, se han adaptado a un mundo cambiante, pero han seguido caminos olvidados.

De todas las tribus no contactadas, la más misteriosa es la que habita la isla de Sentinel del Norte, que pertenece al archipiélago de Andamán (India). Acaba de convertirse en un fenómeno global porque asesinaron la semana pasada a un incauto e insensato predicador estadounidense, John Allen Chau, que se aventuró en su territorio (podía haber acabado con todos los indígenas con un simple catarro). Ocupan una isla cubierta de selva, del tamaño de Manhattan, y han recibido a casi todos los extraños a flechazos. De hecho, ya habían matado en 2006 a dos pescadores y asediado a la tripulación de un barco que había encallado en sus playas.

Apenas existen imágenes de ellos, y en las pocas que hay solo aparecen varones en la playa, casi siempre lanzando flechas y lanzas con gestos amenazantes. No se sabe nada sobre su lengua, ni sobre su origen, aunque se sospecha que llegaron de África hace unos 60.000 años. Serían, por lo tanto, los descendientes de una de las primeras migraciones humanas: llevan en esta isla mucho más de lo que los sapiens en Europa (nuestra especie llegó al continente hace unos 40.000 años). No quieren ni salir de ahí (sus pequeñas piraguas solo permiten la navegación costera), ni sobre todo que nadie entre en su territorio. Tampoco se conoce su población, aunque parecen bien alimentados y sanos.

Los sentineleses tienen una forma brutal de enviar un mensaje que no puede ser más claro: quieren que les dejen en paz. Atrapados en una isla remota, son quizás uno de los últimos pueblos libres de un planeta cada vez más pequeño.



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