La
Organización de Naciones Unidas (ONU) acordó crear, con el voto favorable de
193 países, un Pacto Mundial sobre Migración, que aun cuando no sea vinculante,
contribuya a diseñar un proceso de migración ordenado y seguro, en un marco de
cooperación internacional y de respeto a la soberanía de cada nación.
Para
el secretario general de la ONU, António Guterres, los migrantes son un motor
extraordinario de crecimiento. La aprobación llevaría a asumir, formalmente, un
primer Pacto Mundial sobre Migraciones en diciembre 2018, en la Conferencia
Mundial que se realizará en Marruecos.
Según
datos de la ONU, hay unos 250 millones de migrantes en el mundo, lo que
representa un 3.4% de la población mundial. Esto lleva a concluir que el tema
de la migración debe ser abordado globalmente y este pacto, propuesto en el
marco de la ONU, puede servir de elemento cohesionador para abordar de manera
adecuada los procesos migratorios irregulares y forzados.
Además
del pacto, los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 (ODS 2030) también
representan otro elemento cohesionador en el debate global sobre la migración.
De los 17 objetivos previstos, con sus metas, 11 de ellos abordan temas que
directamente deben ser atendidos en los casos migratorios, a saber:
Fin
de la pobreza (ODS 1), Salud y bienestar (ODS 3), Educación de calidad (ODS 4),
Igualdad de género (ODS 5), Trabajo decente y crecimiento económico (ODS 8),
Reducción de desigualdades (ODS 10), Ciudades y comunidades sostenibles
(ODS 11), Acción por el clima (ODS 13), Paz, justicia e instituciones
sólidas (ODS 16) y Alianzas para lograr los objetivos (ODS 17).
El
debate sobre el Pacto Migratorio Mundial se realiza en el marco de dos
significativas crisis migratorias en el continente americano: una que involucra
a los países centroamericanos con Estados Unidos, denominada “carnaval
migratorio”; y la otra, que vincula a Venezuela con sus países vecinos,
alcanzando a España. El continente europeo y el americano comparten el
tema migratorio como un problema común para la estabilidad regional.
El
hecho que Estados Unidos haya declarado la emergencia nacional e impulsado su
operación militar en la frontera con México –llamada operación faithful
patriot– y que, además, haya reducido los fondos de cooperación con El
Salvador, Guatemala y Honduras –por no haber impedido que la caravana
migratoria saliera–, claramente advierte la existencia de una crisis
importante, independientemente de si los seres humanos que participan en esa
marcha lo hacen con ingenuidad o porque no tienen nada que perder.
Por
su parte, la crisis que ha generado la masiva migración de los venezolanos,
como consecuencia de la crisis política, social y económica que vive el país,
ha impulsado a la OEA, ONU, e incluso a la Unión Europea, a abordar el caso
migratorio venezolano y valorar la capacidad de articular esfuerzos para buscar
soluciones de manera conjunta.
La
situación venezolana ha llevado al representante de ACNUR a visitar los países
vecinos y más afectados por la masiva migración venezolana y, además, se ha
conformado en la región latinoamericana un grupo de trabajo denominado Grupo de
Lima, que además de monitorear la situación de Venezuela, procura construir una
solución de manera coordinada y articulada.
La
crisis migratoria venezolana se agudiza y el régimen de Nicolás Maduro no
anuncia cambios en atención a las recomendaciones de la comunidad
internacional, por lo tanto, el problema no pareciera tener una solución
política a corto plazo.
Hasta
ahora se han planteado algunas soluciones concretas y especiales, en un marco
de cooperación y solidaridad con los venezolanos, entre las cuales se destacan:
el reconocimiento de validez a los pasaportes vencidos, el reconocimiento a los
títulos universitarios válidamente obtenidos en las universidades venezolanas y
el asilo político en Colombia, a las autoridades electas desde 1998, cuando así
lo ameriten.
Está
muy claro para todos que esas medidas especiales no resuelven el problema de
fondo, pero procuran un proceso migratorio más ordenado y caracterizado por
brindar condiciones favorables para que los venezolanos puedan lograr una
inclusión efectiva, ordenada y rápida a la dinámica social y económica del país
receptor.
La
“caravana migratoria” y la masiva migración venezolana, sin duda alguna, ponen
a prueba la capacidad de la OEA y de la ONU para responder a los desafíos que
imponen esas crisis, que claramente afectan la estabilidad política de la
región. Por otro lado, ambos fenómenos sociales y políticos también ponen
a prueba el compromiso real de los países americanos con los valores y
principios de la democracia.
Claudia
Escobar[1] reconoce que el caso de la migración hacia Estados
Unidos desde los países centroamericanos no es algo nuevo, pero se ha
venido agudizando con el paso de los años y como respuesta social a tres
importantes problemas: la corrupción, la pobreza y la desconfianza en las
instituciones.
Es
importante señalar que la Unión Europea, además de brindar apoyo financiero a
los países vecinos a Venezuela, principales receptores de la masiva migración,
también ha planteado crear un Grupo Contacto para abordar la crisis migratoria
venezolana, intentando buscar a través del mismo, sin grandes expectativas, nuevas
oportunidades de diálogo, aun cuando reconocen que en estos momentos no hay
condiciones políticas para un diálogo y, menos aún, para una mediación.
La
Unión Europea expresamente ha rechazado cualquier posibilidad de intervención
en Venezuela y ha anunciado que no suavizará sus sanciones hasta que no mejore
la situación en el país.
Estas
crisis migratorias en América y los actores involucrados en la búsqueda de
soluciones, han facilitado al Presidente de Venezuela la oportunidad de buscar
espacio en los medios internacionales para denunciar a Estados Unidos, la OTAN
y la Unión Europea, de ser los principales responsables de lo que ha calificado
como los desastres migratorios en el mundo, particularmente en el mediterráneo.[2]
En
este contexto, y a pocas semanas del mes de diciembre cuando se debe adoptar el
Pacto Mundial de Migración, es importante advertir que Estados Unidos y Austria
han objetado el pacto y, posiblemente Polonia, se incorpore a ese grupo[3].
Por
cierto, la posición de Austria agrega un elemento adicional al debate político
sobre la política migratoria de la Unión Europea, tema que en el Consejo
Europeo de octubre 2018, demostró no lograr una visión compartida.
¿Qué
lecciones se pueden aprender de la crisis venezolana, de la llamada “caravana
migratoria hacia USA”, de la migración desde Africa a Europa, de la crisis
migratoria con Siria? ¿Logrará la ONU cohesionar a sus países miembros en
función de reducir los riesgos que enfrentan los migrantes mediante protección
de sus derechos humanos, y abordando las preocupaciones legítimas de los
Estados y comunidades de acogida?
El
debate está en la agenda y el plazo concluye en diciembre.
@carome31
El
autor es abogado (Universidad Católica del Táchira) con especialización en Derecho
Administrativo. Excoordinador en la Comisión Presidencial para la Reforma del
Estado del área Políticas Institucionales
[1]ESCOBAR, Claudia. Marcha de migrantes. Diario La
Hora. 31 de octubre 2018. Online en: https://lahora.gt/marcha-de-migrantes/
[2]Radioprimerisima.com. EEUU y Unión Europea,
responsables de ola migratoria dice Presidente Maduro. 1 de noviembre 2018.
Online en: http://www.radiolaprimerisima.com/noticias/inmigrantes/252717/eeuu-y-union-europea-responsables-de-ola-migratoria-dice-presidente-maduro/
[3]Burgosconecta.es.
Decepción en Bruselas tras retirada de Austria del pacto de migración. 31 de
octubre 2018. Onlne en: https://www.burgosconecta.es/internacional/union-europea/decepcion-bruselas-tras-20181031202454-ntrc.html
Carlos Romero Mendoza
21 de noviembre de 2018
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