lunes, 17 de diciembre de 2018

Cómo aplicar el Acuerdo de París - Manuel Planelles


Los 200 países que participan en las negociaciones sobre el clima han desarrollado las reglas para combatir un calentamiento que ya no se puede revertir, sino solo aminorar

Los casi 200 países que forman parte de la Convención Marco de la ONU de Cambio Climático —prácticamente todos los Estados del mundo— discuten desde hace 25 años cómo atajar un problema que ya ha hipotecado a las futuras generaciones que habitarán el planeta: el calentamiento global. Se han celebrado 24 cumbres (normalmente anuales) como la que acabó la noche del sábado en Katowice (Polonia), pero hubo que esperar a la de 2015 para cerrar un pacto que involucrara a todos los países en la lucha contra ese calentamiento: el Acuerdo de París.

“En París inventamos el fútbol, ahora necesitamos crear las reglas”, suele explicar Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, que esta semana ha estado en Katowice. Con el pacto de París se creó el marco general (que incluye los objetivos y marca las vías para intentar conseguirlos), pero faltaba el desarrollo técnico, que debe completarse antes de 2020, cuando caduca el Protocolo de Kioto y entra en funcionamiento el Acuerdo de París.

Normas de aplicación

Ese reglamento es lo que, en su mayoría, se ha logrado aprobar en la cumbre de Katowice: un complejo documento de casi 120 páginas que contiene las reglas de transparencia, financiación, adaptación y recortes de emisiones de gases de efecto invernadero para que funcione el Acuerdo de París.

Estas reglas fijan, por ejemplo, la forma en la que cada país tiene que notificar sus planes de recorte, qué tipos de gases se deben combatir, los plazos en los que se revisarán los compromisos nacionales contra el calentamiento y cómo se hará o el seguimiento de las promesas de financiación. El Acuerdo de París ya recogía el objetivo de que a partir de 2020 los países más ricos contribuyan a un fondo de 100.000 millones de dólares para ayudar a los Estados con menos recursos a adaptarse a los impactos del cambio climático. Ahora también se incluyen normas para hacer el seguimiento de ese compromiso.

Jóvenes participantes del movimiento Climate strike, creado la activista sueca de 15 años Greta Thunberg, posan durante la cumbre del clima, el viernes. ANDRZEJ GRYGIEL EFE

¿Éxito o fracaso?

Según desde dónde se mire, la cumbre de Katowice se puede considerar un éxito o un fracaso. Los países no han cerrado un pacto político ambicioso que inste a acometer recortes drásticos de las emisiones; pero si solo se considera el apartado más técnico (el desarrollo de las reglas), la mayoría de los objetivos se han alcanzado. Sin embargo, una parte —la referida a los mercados de emisiones— se ha dejado para la siguiente cumbre, en Chile, por falta de consenso. Todos los pactos en estas citas deben aprobarse por unanimidad; cualquier país puede bloquear la adopción de un acuerdo. La aplicación completa de París supondrá una transformación de la economía mundial y dejar de lado los combustibles fósiles, responsables de la inmensa mayoría de gases que calientan el planeta. Por eso, muchos países que dependen de esos combustibles suelen torpedear las cumbres.

A esto se une la desaparición de la mayoría de los líderes que en 2015 se aliaron para cerrar el Acuerdo de París y la irrupción de personajes como Donald Trump, que rechazan el multilateralismo. También pesa el temor entre algunos líderes europeos a que las medidas de protección medioambiental puedan despertar protestas como las de los chalecos amarillos en Francia, un país muy activo en anteriores cumbres pero que ha estado desaparecido en esta. Por todo ello, Teresa Ribera, la ministra española para la Transición Ecológica, destaca como un éxito que en Katowice todos los países hayan acordado las reglas del pacto de París.

Señales alarmantes

Pese a ese éxito en el desarrollo de París, el problema ahora es la velocidad con la que se debe actuar. Estas más de dos interminables décadas de negociaciones (en las que las emisiones mundiales han seguido creciendo año a año) han servido para que desde el ámbito científico se constate un fracaso: la acumulación en la atmósfera de esos gases es tal que ahora no se puede revertir el calentamiento, solo dejarlo dentro de unos límites manejables. Eso significa, según el Acuerdo de París, que el incremento medio de la temperatura no supere los dos grados e intentar que incluso se quede en 1,5 respecto a los niveles preindustriales.


El mundo está ya en un grado centígrado de incremento y los impactos en forma de eventos meteorológicos extremos más frecuentes e intensos ya se notan en el planeta. El IPCC —el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, por sus siglas en inglés— presentó en octubre un informe en el que advertía a los Gobiernos de que si querían cumplir con la meta del 1,5 debían reducir a la mitad las emisiones mundiales para 2030; básicamente, que se necesita una revolución en poco más de una década.

Recortes insuficientes

Los planes de recortes de las emisiones de los Gobiernos no apuntan ni mucho menos a esa revolución. Cuando un país se adhiere al Acuerdo de París está obligado a presentar compromisos nacionales. La suma de todos esos planes de recortes debe servir para cumplir el objetivo común. Pero los recortes presentados hasta ahora son tan poco ambiciosos que llevarán a un incremento de más de tres grados, lo que implica multiplicar los impactos del calentamiento global.

El informe del IPCC se debía incorporar a la normativa que rodea al Acuerdo de París en esta cumbre de Katowice. Y así se ha hecho, pero sin incluir en la declaración final los duros recortes (del 45% respecto a los niveles actuales para 2030) que se tendrían que acometer. Las presiones de Arabia Saudí y EE UU han obligado a rebajar esas cifras para evitar un fracaso. Javier Andaluz, responsable de cambio climático de Ecologistas en Acción, critica que estos países, a los que se unieron también Rusia y Kuwait, “osen cuestionar informes científicos fuera de toda duda”.

Trump anunció hace un año que quiere sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París. Pero, cuando se cerró el pacto en 2015 (con Obama como presidente), se incluyeron unas cláusulas que hacen imposible que EE UU, que ya había ratificado el acuerdo, pueda irse antes de 2020. Muchos negociadores en Katowice mantienen la esperanza de que, para entonces, Trump ya no esté en la Casa Blanca. Mientras tanto, el equipo negociador estadounidense sigue participando en las cumbres. Y, aunque ha bloqueado la parte más política (la que afecta al informe del IPCC), ese equipo técnico ha ayudado a desarrollar el reglamento que servirá para aplicar el Acuerdo de París.

DOS ESPAÑOLES EN EL CENTRO DE LAS NEGOCIACIONES

Dos españoles han estado en esta cumbre en el centro de las negociaciones cuando las discusiones se han puesto más difíciles. A la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, le pidieron ayuda desde la presidencia de la cumbre (que ostentaba el país anfitrión, Polonia) para desatascar el apartado referido a la transparencia de los datos que deben reportar todos los países. Además, España ha estado mucho más activa que en las cumbres en las que gobernaba el PP. Pedro Sánchez fue uno de los pocos presidentes que decidió acudir a la apertura de la cita para mostrar su apoyo a la lucha contra el cambio climático. 

El otro español que ha estado muy implicado ha sido el comisario europeo de Acción por el Clima, Miguel Arias Cañete. El popular ya formó parte del núcleo de responsables políticos que impulsaron el Acuerdo de París en 2015. Y en las siguientes cumbres (mientras iban cayendo uno a uno los líderes de los grandes países) la UE ha intentado seguir manteniendo el pulso de la ambición contra el calentamiento. Durante la última jornada de la cita de Katowice, la UE y el comisario tuvieron que intervenir en varias ocasiones para desbloquear el pacto final, que se alcanzó a las diez de la noche, con más de 24 horas de retraso. 


Katowice 16 DIC 2018 - 21:34 CET EL PAIS



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