El científico
Fernando Valladares, del departamento de Cambio Global del CSIC, aboga por un
empoderamiento de las personas que obligue a actuar a los gobernantes
Pregunta. ¿El activista
se come al científico o viceversa?
Respuesta. Estoy muy
concienciado desde pequeño. Pero no quiero que mi nivel de activismo se mezcle
demasiado con mi papel de investigador, porque cuando digo algo no lo hago
desde el corazón sino apoyándome en datos, informes… Y esa es mi contribución
al activismo. Siempre que puedo estoy en debates, manifestaciones e intento
bajar a nivel de calle, porque me interesa mucho la psicología del cambio
social que se está produciendo.
P. ¿Qué aportan
movimientos como Extinction Rebellion?
R. Mantienen el
tema del cambio climático arriba. Iremos viendo su eficacia. Pero cada vez
cuentan con más apoyos de simpatizantes y personas como nosotros, que creemos
que es una vía para sacar a la luz el conocimiento. Uno de sus lemas es:
"Qué digan la verdad". Pero yo les pregunto: "¿Eso cómo se
dice?". Porque si alguna de las cosas que uno lee en un informe del IPCC
[grupo de expertos internacionales del cambio climático] se cuenta sin
anestesia, algunas personas se pueden deprimir mucho. Yo me llevo mucha
preocupación a casa, tengo hijos, familia, doy clase a jóvenes que lo tienen
todo por hacer. Me da mucha pena cómo está el planeta y me alegro de que se
empoderen y nos quiten de en medio cuando no hacemos nada.
P. ¿Cómo afecta
a la sociedad esa preocupación?
R. Ya se ha
definido un síndrome de depresión por el cambio climático. Si sumas que es un
problema tan global, la dificultad de que la acción individual pueda tener
impacto, la velocidad que lleva y los escenarios tan terribles que se plantean,
no es raro que un sector de la sociedad se bloquee.
P. ¿Ayuda a
mitigar el desánimo emprender acciones en la vida diaria?
R. Es un tema delicado.
Creo que las iniciativas individuales tienen más impacto por la toma de
conciencia y el empoderamiento de quien lo hace que por su efecto directo en la
huella ambiental. Claro que es bueno reciclar, ir en bici o una dieta más rica
en vegetales, pero nunca será suficiente. Lo importante es que hacer ese
esfuerzo da derecho a exigir a políticos, empresarios…, porque no estoy viendo
la vida desde un sofá sentado. Yo le digo a la gente qué puede hacer, pero
también que no se desanimen si ven que el vecino no lo hace.
P. ¿Hay
negacionismo en el mundo científico?
R. Prácticamente
el 100% está de acuerdo. Los negacionistas en el campo científico son
anécdotas, son personas tan raras que son hasta llamativas e interesantes.
Luego hay individuos que se ponen la bandera de científico sin serlo.
P. ¿Llegan sus
conocimientos a la sociedad?
R. No llegamos,
nos hacen falta altavoces, no solo de los medios de comunicación. Tenemos que
aprender a resumir el mensaje y dejar a un lado las sutilezas científicas. No
todo en un informe de 1.500 o 3.000 páginas es igual de importante. Los
expertos del IPCC elaboran resúmenes para gestores y políticos, pero siguen
siendo densos y tienen que caer en una persona que tenga cierto conocimiento y
con bastante tiempo para leérselo.
P. ¿Cuál es la
solución?
R. En general,
somos muy prudentes, no soltamos algo hasta que estamos muy seguros, pero no
podemos esperar a saber todo. Ese sería el gran cambio en los científicos, no
tanto variar la forma de investigar, porque mejorar el modelo del clima llevará
horas de computación y tomar datos en el campo, meses y años. Pero no puede ser
que el IPCC publique un informe sobre los océanos y la criosfera con cuestiones
que ya sabíamos desde hace años. Muchos nos dimos de cabezazos.
P. ¿Pueden ayudar
los científicos a que los políticos adopten medidas?
R. Hay una forma
muy directa, porque estamos en comités de expertos, de asesores. Pero tenemos
que ser más incisivos y directos. La vía más poderosa es hacer que la gente
entienda el mensaje y que pida a los políticos que incluyan el cambio climático
de una vez en su programa electoral, en la parte que se cumple, no la que va
cara a la galería. Por ejemplo, ahora estamos en emergencia climática. ¿Y eso
que medidas implica? Ninguna que se sepa, es un poco de postureo como dicen los
jóvenes.
P. Le noto
escéptico con los gobernantes
R. ¿Por qué va a
estar motivado un político que va a durar solo unos años en invertir en algo
tan a largo plazo y tan complejo como el cambio climático? Por eso no podemos contar
con ellos. No es que yo les tenga manía. La mayoría de ellos no están formados,
pero aparte de eso, con las reglas del juego político que tenemos últimamente,
su mirada abarca un plazo tan ridículamente corto que se van a mover por
acciones muy diferentes al cambio climático, porque no van a estar en su sillón
cuando las medidas comiencen a tener efecto.
P. ¿No hay
esperanza?
R. Puede llegar
un líder político carismático, visionario, que apueste decididamente a riesgo
de perder muchos votantes que no le entiendan y de comprometer otras
posibilidades de desarrollo del país. Décadas después le juzgarán y dirán:
"Menos mal que estuvo". Pero la probabilidad de que esto ocurra es
mínima.
P. ¿Está la
pelota en el tejado de los ciudadanos?
R. El cambio que
hay que hacer es tan profundo que no se puede emprender por la fuerza, hay que
sumar motivaciones, es la única forma. Naciones Unidas apunta a que la sociedad
ya está enfadada. Pero con el enfado se mueve solo una parte de ella. Lo mismo
aplica al miedo, se ha jugado y se juega mucho con él a partir de escenarios
bastante catastróficos, pero no toda la sociedad es miedosa.
P. ¿Cómo afecta
a España el cambio climático?
R. Estamos entre
mal y muy mal. No lo digo yo, lo dicen informes europeos, que nos sitúan entre
los países más vulnerables y más castigados con eventos de calor y de sequía. A
lo que hay que añadir la falta de recursos e infraestructuras para enfrentarnos
a esas circunstancias.
P. ¿Sería la
solución un pacto de Estado?
R. Eso solo se
puede lograr con un convencimiento global. Por desgracia el cambio climático
está politizado y hay unas opciones políticas que lo tienen más presente que
otras. Pero ya hay iniciativas de esos otros grupos políticos, no tan
sensibles, que se plantean una mayor implicación y piensan que es un tema
transversal que no les va a hacer perder votos si se explica bien. Tenemos el
caso del activismo en Alemania, que con todo lo bien que se ha hecho nos ha
mostrado que existe un techo. España podría llegar a ese punto haciendo muy
bien los deberes ambientales, pero hay que saltarlo y lograr encontrar algo que
nos una a todos, que nos haga sumar, no dividir.
Fernando Valladares.
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