Las primeras señales de la enfermedad le llegaron a Dewayne Johnson en
forma de sarpullido, cuando tenía 42 años. A veces, llegaba a afectarle casi al
80% de su cuerpo.
Johnson aplicaba los herbicidas Roundup y Ranger Pro, de la compañía
Monsanto, 30 veces al año, es decir, aproximadamente cada 12 días, en un
trabajo como jardinero que tuvo en 2012 en escuelas de Benicia, al norte de San
Francisco.
Un
médico le diagnosticó en 2014 un linfoma no Hodgkin, un tipo de cáncer
que surge en los linfocitos.
Así, en 2015, Johnson y sus abogados empezaron a trabajar en la demanda
contra Monsanto. Y este viernes una jueza de San Francisco falló a su favor, la
empresa deberá pagarle US$39 millones en compensación y US$250 millones en
daños.
La esposa de Johnson testificó que ella tuvo que conseguir dos trabajos,
en los que labora hasta 14 horas al día, para poder pagar sus cuentas médicas.
Así fue la demanda y el juicio
La demanda de Johnson se basó en los resultados de un estudio de 2015 de
la Agencia Internacional de Investigación contra el Cáncer, parte de la
Organización Mundial de la Salud (OMS), que clasificó al herbicida Roundup,
cuyo ingrediente principal es el glifosato, como probablemente carcinógeno.
El médico de Johnson aseguró que era
poco probable que su paciente fuera a vivir más allá de 2020 y por esa razón el
juicio se aceleró.
En el transcurso del juicio de cuatro semanas los miembros del jurado
escucharon el testimonio médicos, investigadores de salud pública y
epidemiólogos que no estuvieron de acuerdo sobre si el glifosato puede causar
cáncer.
La Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. concluyó en septiembre de
2017 un estudio en el que descubrió que era probable que el producto químico no
fuera cancerígeno para los humanos, contradiciendo el estudio de 2015 en el que
Johnson basó su demanda.
El esperado veredicto
Sin embargo, el jurado del Tribunal Superior de San Francisco deliberó
durante tres días y la juez, Suzanne Ramos Bolanos, leyó el veredicto, donde
afirmó que Monsanto había omitido advertir a Johnson y otros consumidores sobre
los riesgos de cáncer que tenían sus herbicidas.
La juez afirmó que encontraron
que el glifosato sí representó un peligro sustancial y que había
pruebas claras y convincentes de que la empresa había actuado con malicia y
de manera represiva.
Brent Wisner, uno de los abogados de Johnson, dijo en un comunicado que
los jurados por primera vez habían visto documentos internos de la compañía
"que demostraban que Monsanto sabía desde hacía décadas que el glifosato,
y específicamente Roundup, podrían causar cáncer".
Además, el abogado llamó la atención
para que Monsanto ponga "primero la seguridad del consumidor,
sobre las ganancias", afirmó que el caso de su cliente es
el primero de más de 5.000 que podrían ir a juicio.
Monsanto dijo en un comunicado que apelará el veredicto.
"La decisión de hoy no cambia el hecho de que más de 800 estudios y
revisiones científicas respalden el hecho de que el glifosato no causa cáncer y
no causó el cáncer del señor Johnson", dijo la compañía.
La gigante farmacéutica Bayer, propietaria de Monsanto de junio, dijo
que los herbicidas que contienen glifosato son seguros.
"Sobre la base de las
conclusiones científicas, las opiniones de las autoridades reguladoras en todo
el mundo y la experiencia práctica de décadas usando glifosato, Bayer está
convencido de que el glifosato es seguro y no causa cáncer",
le dijo un portavoz de Bayer a la agencia de noticias AFP.
RedacciónBBC News Mundo
· 11 agosto 2018
Derechos de autor de la imagen GETTY IMAGES Image caption "Nunca hubiera rociado ese producto en la escuela o alrededor de personas si supiera que les haría daño", dijo el jardinero Dewayne Johnson.
Monsanto, su pesticida y
el coste de no informar
El gigante
agroquímico ha sido condenado a pagar una indeminización multimillonaria por
ocultar que el glifosato puede ser cancerígeno
Dewayne Johnson, el viernes pasado al
conocer el veredicto a su favor en la Corte Suprema de California y en contra
de Monsanto. JOSH EDELSON AFP
El gigante
agroquímico Monsanto fue el viernes pasado condenado a indemnizar a un
jardinero estadounidense con 289 millones de dólares (253 millones de euros).
Ha sido un revés judicial que no presagia nada bueno para la marca contra la
que hay abiertas miles de demandas en Estados Unidos y en Europa. El jardinero
indemnizado, Dewayne Johnson, cree que el uso continuado que hizo durante años
del pesticida de Monsanto Round Up, el más utilizado del mundo y fabricado con
el ingrediente glifosato, es el causante del linfoma terminal que sufre, un
tipo de cáncer que afecta al sistema linfático y no tiene cura. Los jueces le han
dado la razón en un veredicto histórico, por ser el primero de estas
características, y, paradójicamente, es la propia firma Monsanto la que ha
facilitado su propia derrota judicial.
Johnson se ha
beneficiado del escándalo generado por los llamados Monsanto papers. Se trata de informes, comunicaciones y
correos electrónicos internos de la empresa desvelados el pasado año y que
demuestran que ya en los años ochenta esta dudaba de la seguridad del glifosato
porque sospechaba que era cancerígeno. Desde entonces, la firma intentaba
ocultar los preocupantes datos de sus propios análisis y hasta presumía de
tener contactos en los organismos públicos encargados de velar por la seguridad
de los pesticidas, como la Agencia de Protección del Medio Ambiente americana
(EPA); un extremo especialmente inquietante si se tiene en cuenta que la
mayoría de estos organismos, incluida la Autoridad Europea de Seguridad
Alimentaria (EFSA), no ven problema en el uso del glifosato. La Unión Europea
le concedió, de hecho, en noviembre una prórroga de cinco años para seguir
comercializándolo en el continente, a pesar de las peticiones en contra de
millones de ciudadanos y de parte del Parlamento Europeo. Solo la Agencia de
Investigación sobre el Cáncer, de la Organización Mundial de la Salud, ha
alertado de que el glifosato es un “probable cancerígeno”.
Esta batalla
retrotrae a la que a finales del siglo XX puso contra las cuerdas a las
tabacaleras. También como entonces el problema legal no reside tanto en los
efectos perniciosos contra la salud como en la ocultación de datos cruciales
sobre ellos. Las grandes firmas ocultaron a los usuarios el poder adictivo de
la nicotina, que reforzaban secretamente con todo tipo de ingredientes. Philip
Morris llegó a tener que indemnizar en Estados Unidos a una fumadora aquejada
de cáncer de pulmón con 28.000 millones de dólares. Pero las tabacaleras
superaron la crisis y siguen vendiendo toneladas de cigarrillos a cambio, en el
mundo más desarrollado, de soportar elevadísimas cargas fiscales y de informar
cumplidamente a los usuarios de que el tabaco produce cáncer, problemas de
fertilidad, impotencia y hasta la muerte.
Monsanto vende
productos más imprescindibles. Sin pesticidas, la agricultura reduciría
drásticamente su producción (hasta en un 90% en algunos casos). ¿Podría el
planeta suministrar de alimento a tantos miles de personas sin la agricultura
intensiva y los pesticidas? Greenpeace cree que sí. Pero la respuesta está, de
momento, en el uso cuidadoso de este tipo de productos, en la prohibición de
algunos y, en definitiva, en la información al usuario mientras no se hallen
pesticidas menos dañinos.
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