No podemos crear energía de la nada, pero
sí podemos elegir vivir en un clima con una temperatura 4°C superior a la media
histórica (de hecho, es lo que estamos haciendo). Sin embargo, para tomar
decisiones responsables hay que conocer las consecuencias de los actos. La
cuestión es que, a menudo, esas consecuencias no son perceptibles hasta después
de traspasar los umbrales, cuando ya es demasiado tarde.
A principios de 2014, pudimos contar con un excelente estudio científico, el quinto informe del IPCC * , que es categórico: el clima se calienta como respuesta a la emisión de gases de efecto invernadero producidos por la actividad humana 1 . La temperatura media mundial ha aumentado 0,85°C desde 1880, una tendencia que se ha acelerado en sesenta años. El informe confirma la «regla» según la cual las predicciones más alarmantes de los informes precedentes se hacen realidad 2. Estamos abandonando las condiciones que se requieren para limitar el calentamiento a 2°C más de media en 2050, y en 2100 podríamos alcanzar los 4,8°C superiores al periodo de 1986 a 2005
Las catástrofes no afectan solamente a las generaciones futuras, sino también a las presentes. El calentamiento global ya provoca olas de calor más largas e intensas y fenómenos meteorológicos extremos (tormentas, huracanes, inundaciones, sequías, etc.) que han causado pérdidas importantes en los diez últimos años 4 , como en Europa en 2003 (que provocó la muerte de 70.000 personas 5 y costaron 13.000 millones de euros al sector agrícola europeo 6 ) o recientemente en Rusia, Australia y Estados Unidos 7 . En 2010, los períodos de sequía recortaron en Rusia un 25% la producción agrícola y 15.000 millones de dólares a la economía (un 1% del PIB), lo que obligó al Gobierno a renunciar a las exportaciones ese año 8
En su libro Guerras climáticas: la lucha por sobrevivir en un mundo que se calienta, el especialista en cuestiones militares Gwynne Dyer desgrana las consecuencias geopolíticas que podría tener un calentamiento global de distintos grados. Con la ayuda de las conclusiones de informes redactados por ex altos funcionarios militares del Gobierno de Estados Unidos y de entrevistas a expertos, Dyer describe un abanico de escenarios que van desde un mundo con 2°C más de media, que ya es catastrófico, hasta una perspectiva de «devastación» con 9°C más.
En una Tierra con 2°C más de media, «el riesgo de conflictos es importante. La India, por ejemplo, ya ha empezado a construir un muro de dos metros y medio de alto a lo largo de los tres mil kilómetros de su frontera con Bangladesh, uno de los países de los que podría venir un gran número de refugiados cuando el mar haga desaparecer sus regiones costeras de menor altitud 15 ». En el resto del mundo, las sequías masivas, los frecuentes huracanes y los desplazamientos de población, avivarían las tensiones entre los países ricos y los pobres.
En noviembre de 2012, el Banco Mundial publicó un informe 16 encargado a un equipode expertos del clima de la Universidad de Postdam sobre cómo afectaría un aumento de 4°C a nuestras sociedades y a la vida en la Tierra. Una media de 4°C más supone aumentos de hasta 10°C en los continentes (habría que imaginar, por ejemplo ¡un verano a 8°C más de media en el sur de Europa!). El nivel del mar habría subido alrededor de un metro en 2100 (dato confirmado por el nuevo informe del IPCC) —lo que pondría en riesgo a grandes ciudades de Mozambique, Madagascar, México, Venezuela, la India, Bangladesh, Indonesia, Filipinas y Vietnam—, y dejaría los principales deltas impracticables para la agricultura (Bangladesh, Egipto, Vietnam y África Occidental). El informe es estremecedor, y las consecuencias, especialmente catastróficas, amenazan sin lugar a dudas la posibilidad de mantener nuestra civilización en su estado actual.
Todas las crisis económicas y demográficas graves que vivieron las sociedades europeasantes de la era industrial estaban asociadas a alteraciones climáticas. Un estudio publicadoen 2011 va más allá y detalla las relaciones de causalidad existentes —de 1500 a 1800—entre los cambios climáticos y las principales catástrofes agrícolas, socioeconómicas ydemográficas 17 (ver figura 7). En realidad, aunque los recesos económicos hayan sido lacausa directa de graves crisis sociales que han provocado colapsos demográficos, el climasiempre ha sido la primera causa. Y en el centro del proceso siempre se encuentran las crisis alimentarias.
Hoy en día sabemos que el calentamiento global causa y causará graves problemas de abastecimiento de agua y bajadas del rendimiento agrícola (que no siempre están relacionados). Con 2°C más, el número de personas que sufrirán escasez de agua severa podría aumentar un 15% 18 . Desde 1980, la producción mundial de maíz y de trigo ha disminuido un 3,8% y un 5,5%, respectivamente, frente a la producción estimada sin cambio climático 19
Si la temperatura aumenta 2°C, la producción agrícola india decrecerá un 25%, lo que provocará la mayor hambruna jamás vista. «Pero eso no es nada en comparación con el futuro de Bangladesh, cuyo tercio sur —donde viven sesenta millones de personas— estaría completamente inundado por el oleaje tras la subida del nivel del mar 24 ». Si la sociedad bangladesí toma conciencia y decide buscar a los responsables de este «genocidio climático» (la expresión usada por el experto del clima bangladesí Atiq Rahman), «su amargura será infinita 25 ». Por su parte, Dyer describe con un realismo escalofriante la guerra nuclear que podría estallar en 2036 entre la India y Pakistán como consecuencia de este tipo de conflictos…
Actualmente, en 2015 * , nos hallamos en las circunstancias ideales para alcanzar un acuerdo global sobre el clima, ya que ninguna de las principales potencias mundiales ha sido atacada desde que terminó la Guerra Fría. Sin embargo, «cuanto más perceptible sea la escasez alimentaria debida al calentamiento global, más complicado será llegar a acuerdos internacionales, sean de lo que sean 30 ».
El informe del IPCC publicado en 2014 señala la posibilidad de una «ruptura de los sistemas alimentarios» que agravará las situaciones ya existentes de pobreza y de hambre (en especial en las ciudades) y aumentará «el riesgo de fenómenos violentos en forma de guerras civiles y conflictos intergrupales»
Según James Lovelock, si el nivel de CO2 alcanza 500 ppm o más (el 9 de mayo de 2013 llegamos a 400 ppm), la gran masa de la superficie terrestre se transformará en desierto y sabana, con restos de civilización de algunos millones de personas en la cuenca ártica de Groenlandia.
La Tierra ya se ha recuperado de episodios de fiebre así […], pero, si continuamos con nuestras actividades, nuestra especie no volverá a conocer nunca más el mundo tal y como ha sido hasta hace un siglo. La que corre el mayor riesgo es la civilización; los humanos son lo bastante resistentes para que algunas parejas con posibilidad de reproducirse sobrevivan, y […] a pesar del calor, quedarán en la Tierra lugares que respondan a nuestras necesidades; las plantas y los animales que superaron el Eoceno lo confirman. […] En cualquier caso, si se produjeran alteraciones de tal calibre, pocos habitantes de los miles de millones que hay en el planeta sobrevivirían 32 .
Por supuesto, la extinción de las especies es un fenómeno natural, igual que la aparición de nuevas especies. Pero el problema es que las tasas de extinción se han disparado. Una estimación reciente señala que hoy en día son al menos 1.000 veces más elevadas que la media geológica que indican los fósiles 34 , y que aumentan de forma rápida y constante. Según los últimos datos, el estado de la biodiversidad sigue empeorando 35 , a pesar de los esfuerzos cada vez mayores de protección y conservación que se llevan a cabo
Hacer desaparecer a una especie significa
también privar a otra de recursos muy valiosos, incluso vitales. Sabemos, por
ejemplo, que el colapso de poblaciones de ciertos polinizadores puede provocar
un colapso generalizado de todos los polinizadores de un ecosistema, y afectar
así gravemente a las plantas que dependen de ellos, es decir, a la
productividad de la agricultura 39 . Esto no solo influye en las
poblaciones humanas que se alimentan de esos ecosistemas, sino en todos los
animales que dependen de esas plantas, que no tienen nada que ver con los
polinizadores que se extinguieron inicialmente.
En el mar la situación es especialmente dramática. Casi no hay ecosistemas marinos que no hayan sido alterados por los humanos 47 , y cerca de la mitad de ellos (un 41%) están seriamente afectados 48 . En 2003, un estudio estimaba que el 90% de la biomasa de peces grandes había desaparecido desde el principio de la era industrial 49 . Estas cifras, que dejaron a un buen número de científicos con la boca abierta en su momento, están confirmadas hoy en día 50 . Los océanos se han vaciado, literalmente. En enero de 2013, ¡un solo espécimen de atún rojo se vendió por 1,7 millones de dólares en Tokio 51
Para alcanzar una extinción comparable a la que acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años y para que los paleontólogos hablen de una «sexta crisis de extinción masiva», tendrá que haber desaparecido el 75% de las especies de la Tierra. Todavía no hemos llegado a este punto, pero nos acercamos a grandes zancadas 59
Reducir el número de especies supone
reducir los «servicios» que nos proporcionan los ecosistemas, y por lo tanto,
también la capacidad de la biosfera para alojarnos. Tarde o temprano, el
proceso continuará con una reducción de la población humana 72 , que vendrá acompañada de los patrones históricos
de siempre: hambrunas, enfermedades y guerras.
De estas fronteras, hoy en día se han
cuantificado siete, y cuatro ya las hemos traspasado. Las dos primeras, el
clima y la biodiversidad, pueden, como ya hemos visto, acabar con el futuro del
ser humano por sí mismas. Las otras dos son el cambio de uso del
suelo, que se mide por la pérdida de cobertura arbórea, y los grandes ciclos
geoquímicos del nitrógeno y del fósforo, que se han alterado de manera
irreversible
El consumo mundial actual se estima en
unos 2.600 km3 /año, pero, según los autores, el margen de maniobra restante se
reduce drásticamente con el calentamiento global (desaparición de los
glaciares), el aumento demográfico y la actividad agrícola (contaminación y
agotamiento rápido de los depósitos subterráneos no renovables de agua dulce 78 ). Por tanto, la zona de seguridad que queda para
cubrir las necesidades futuras de agua de la humanidad es muy pequeña. Hoy en día,
alrededor del 80% de la población mundial está expuesto a riesgos de escasez 79 , especialmente en las regiones con mayor densidad
de población, como Europa, India o China 80
En realidad, los ecosistemas funcionan
como los interruptores. Los que sufren alteraciones regulares (caza, pesca,
contaminación, sequías, etc.) no muestran de manera inmediata signos de
deterioro, sino que pierden progresivamente —y de forma imperceptible— la
capacidad de recuperarse (la famosa resiliencia) hasta alcanzar un punto de
ruptura (tipping point ), un umbral invisible a partir del cual el ecosistema
colapsa de manera brutal e imprevisible.
En 2008, un equipo de climatólogos identificó catorce «elementos de inflexión climática» susceptibles de pasar por estos puntos de ruptura: el permafrost de Siberia, las corrientes oceánicas atlánticas, la selva amazónica, los casquetes glaciares, etc. 92… Hans Joachim Schellnhuber, fundador del Instituto Potsdam para la Investigación sobre el Impacto del Cambio Climático (PIK, por sus siglas en alemán), señala que «las respuestas del sistema Tierra al cambio climático no parecen ser lineales. Si nos aventuramos más allá de la barrera de seguridad de 2°C más, hacia los 4°C más, el riesgo de traspasar puntos de inflexión aumenta de forma importante».
Cuando se acerca un punto de ruptura, una pequeña perturbación, una sola gota de agua basta para que algunos bucles se transformen y sumerjan al conjunto del sistema en un caos imprevisible y, muy a menudo, irreversible. Puede que el sistema muera o que alcance otro estado de equilibrio, más resiliente y estable que el anterior, pero por lo general muy incómodo (para nosotros).
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