martes, 11 de junio de 2024

“Es imposible aumentar el bienestar si tenemos un medio ambiente que se deteriora”. Entrevista a Julia Carabias - Gisela Kozak Rove

Las consecuencias de la acción humana en el planeta son inocultables. Pero la reconocida bióloga dice que aún hay mucho por hacer frente a ellas.

El tema del cambio climático ha saltado a la palestra pública en el último medio siglo con el concurso de la ciencia, la labor de visibilización pública ejercida por activistas ambientales y la acción de liderazgos políticos conscientes del problema que enfrentamos. De continuar con nuestros patrones de producción y consumo, seguiremos enfrentando, cada vez con mayor intensidad, las consecuencias del aumento de la temperatura promedio del planeta, las pérdidas de diversidad biológica y la contaminación extendida del aire, la tierra y los océanos.

Gobiernos de distinto signo político actúan de espaldas a la evidencia científica, con el pretexto del combate a la pobreza o en nombre de las libertades económicas, lo cual dificulta la toma de las decisiones necesarias. Algunos incluso hablan de una ciencia neoliberal y colonialista arrodillada ante el Norte global o, por el contrario, de una ciencia vinculada con los intereses de la izquierda y su guerra contra la libertad y la productividad. Ante este panorama, es imperativo no llevarse por el desaliento de cara a las nuevas y futuras generaciones: si la acción humana ha cambiado el planeta para mal, esa misma acción puede reorientarse hacia su rescate.

Julia Carabias Lillo (Ciudad de México, 1954) es una de las voces más autorizadas en lo que respecta a la sostenibilidad. Entre 1994 y 2000 ocupó el cargo de secretaria de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca. Docente de la Universidad Nacional Autónoma de México desde 1985 y miembro del Colegio Nacional, sus investigaciones se han orientado hacia las políticas ambientales, el manejo del medio ambiente, la superación de la pobreza por la vía del crecimiento económico sostenible, y el cuidado y regeneración de ecosistemas en peligro. Sostuvimos esta conversación por videoconferencia.

¿Cómo evalúa las políticas estatales de México respecto al cambio climático?

México ha tenido avances significativos en su política ambiental desde 1997. En 2012 se logró la aprobación de la Ley General de Cambio Climático, orientada no solo a proteger el ambiente sino a asegurar el desarrollo sustentable. Desde 1991 se creó el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, organismo dedicado a la investigación, aunque muy decaído actualmente. La Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático 2010, celebrada en Cancún, revitalizó el Protocolo de Kyoto, que había puesto en funcionamiento la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la cual compromete a los países industrializados a limitar y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. México se anotó un éxito en Cancún porque la COP estaba muy golpeada y la credibilidad del sistema multilateral como actor clave sumamente disminuida. Además, el Estado llegó a acuerdos binacionales con Estados Unidos y otros países. El Programa Especial de Cambio Climático de México –que involucra a los gobiernos de todos los niveles (federal, estados y municipios)– se formuló con una visión transversal en la lucha a favor del ambiente: seguridad alimentaria, recursos hídricos, gobernanza democrática, género. Por supuesto, no se trata solo de leyes sino de políticas: es preciso asegurar los recursos y que todos los actores estatales, de la empresa privada y de la sociedad civil estén alineados, lo cual es difícil en un entorno como el mexicano, pero no imposible.

¿Cuál es su visión respecto a las políticas estatales de este sexenio?

En la administración actual, el tema del cambio climático no está incluido en el Plan Nacional de Desarrollo, y se ha renovado el interés por los hidrocarburos luego de avances en cuanto a la producción de energía limpias, al estilo de Ley para el Aprovechamiento de Energías Renovables y el Financiamiento de la Transición Energética.

En Estados Unidos, entre 2017 y 2021 el gobierno de Donald Trump también hizo fuerte presión a favor del sector de hidrocarburos, pero la empresa privada se tomó muy en serio su compromiso con las energías limpias y lo ha mantenido. En cambio, el descuido del gobierno federal es un retroceso real. México no está cumpliendo con los compromisos adquiridos en cuanto a la disminución de gases de efecto invernadero para el año 2030. Hay personas muy conscientes de la emergencia climática dentro del equipo de Andrés Manuel López Obrador, pero ha ganado la imposición del poder centralizado en una persona. La refinería de Dos Bocas es un muy buen ejemplo de una política pública de espaldas a tal emergencia. Ojalá en el próximo sexenio cambie este modelo de desarrollo propio de los años sesenta y setenta, basado en hidrocarburos y con una visión del desarrollo rural en términos exclusivamente agrícola.

Un punto crucial para la preservación de la biodiversidad y la disminución de las emisiones de carbono es ir dejando atrás el uso de agroquímicos ricos en metano y nitrógeno, pero en lugar de preservar los bosques y aumentar las áreas boscosas, se favorece la agricultura, caso del programa Sembrando Vida.

Hay que agregar que faltan políticas coherentes en materia de ordenamiento territorial, específicamente en lo que se refiere a poblaciones que están amenazadas. El caso de Acapulco con el huracán Otis es un ejemplo de lo que ocurre cuando no se asegura que la población tenga un espacio seguro porque se permiten construcciones en zonas de riesgo. Desde el poder político e, incluso, a veces desde los sectores rurales, no se entiende que es imposible resolver el problema de la pobreza y aumentar el bienestar si tenemos un medio ambiente que se deteriora: inundaciones, olas de calor, sequías. La terquedad de no tomar decisiones estatales a partir de información científica se paga con mayores penalidades a corto, mediano y largo plazo. Hacerlo en nombre de la superación de la pobreza es una trampa en la que no debe caerse.

La población mexicana ya está sufriendo las consecuencias del cambio climático. Lo vemos en el problema de la falta de agua.

Es un excelente ejemplo de lo que está pasando en tantas partes del mundo, de lo que ocurre cuando en lugar de cuidar las cuencas de los ríos se prioriza la construcción de presas, el agua para riego y el traslado del agua por medio de tuberías. La política del tubo traslada el agua a donde se necesita, pero sustituye al rol del Estado en cuanto a planeación y regulación a largo plazo, la garantía de que tiene que haber agua para todos y para siempre. Las prioridades están invertidas, hay dinero y más dinero para los trasvases, no para la preservación. De continuar, se acabará con el agua de las próximas generaciones.

Mientras, el setenta por ciento del agua se va a la agricultura con el pretexto de que tenemos que comer, lo cual es cierto, pero se puede proceder de otra manera. Insisto, es preciso restaurar las cuencas y cuidar más la distribución porque la pérdida de agua es enorme. El agua en la agricultura se tiene que pagar y es preciso subsidiar a todos los agricultores que no puedan hacerlo; en cambio, se subsidia a los grandes propietarios de tierras, lo que se extiende también a la electricidad. No soy insensible al tema de la pobreza y a la necesidad de energía y agua, muy por el contrario, pero no se pueden resolver represando el agua porque se acaba con los ríos y todo el ecosistema fluvial. Hay otras tecnologías con energías renovables para mover el agua y mejores cultivos que consuman menos de este recurso. Claramente, las presas tienen móviles ligados con el dinero que se mueve por su construcción.

¿Cuáles son algunos ejemplos de acciones en favor de la preservación ambiental?

Ante todo, hay espacios que no debemos de tocar para que se mantengan como áreas protegidas en las que puedan seguir desarrollándose los procesos naturales de todas las poblaciones de flora y fauna. América Latina tiene la mayor biodiversidad del mundo y la mayor superficie de ecosistemas naturales poco intervenidos. Hay fantásticas lecciones en Colombia, Perú, Bolivia, Brasil o Argentina, países que han hecho un manejo de sus áreas naturales protegidas de manera ejemplar. México a partir de 1994 copió buena parte de todas esas lecciones y se constituyó una red latinoamericana muy fuerte. Ha cambiado, se ha desdibujado, pero sigue.

Por supuesto, tenemos que apoyar a las comunidades rurales y campesinas y a las comunidades indígenas para que accedan a las tecnologías más amables con el ambiente. Coinciden en buena medida con sus propias tradiciones de economía local, pero recordemos que vivimos en un mundo global, no en el mundo en que nacieron tales tradiciones, así que el apoyo de la ciencia y la tecnología es indispensable.

También en las ciudades existe la posibilidad de procesos de transformación hacia la sustentabilidad: por ejemplo, cambios en el transporte con predominio del público sobre el privado y con uso de energías híbridas renovables. En definitiva, la economía circular tiene que predominar: recolección de agua de lluvia, tratamiento del agua servida, manejo de los desechos. Hablo de la posibilidad de hacer inversión, de generar empleos, de activar la economía, pero con nuevos empleos verdes, justos, dignos, con sectores productivos que nos lleven hacia la sustentabilidad ambiental.

No es fácil tener esperanza en el futuro, especialmente para la gente joven, cuando se habla de una era, el Antropoceno, definida por la acción humana en el planeta con consecuencias que ya estamos viviendo. Pero usted no es pesimista.

No hay que dejarse llevar por el pesimismo en estos asuntos y menos de cara a la juventud. Tengo un curso en la UNAM en el que siempre le digo a los estudiantes que si son capaces de soportar las dos primeras semanas, tiempo en el que se enterarán de la magnitud de lo que está pasando en el planeta desde la perspectiva ambiental, y se quedan el resto del semestre, sabrán que queda mucho por hacer. Cuando llegan las evaluaciones terminan esperanzados y con otra visión: afirman que quieren organizarse y participar. Se trata de convencerles de su propio poder y de que desde el conocimiento se abren posibilidades de acción no solo sobre nuestro entorno inmediato, que es importante, sino sobre las políticas públicas y la labor empresarial.

Ciertamente, hemos incidido en el medio ambiente, y desde hace milenios, con prácticas como la agricultura, pero ya la escala es demasiado grande y los recursos son limitados. Si llegara un extraterrestre a este planeta dentro de dos millones de años podría dar cuenta de nuestra acción al examinar las rocas, labor de una rama de la geología, la estratigrafía; así de perdurable es nuestra huella. Estamos definitivamente en el Antropoceno (los desacuerdos de la ciencia al respecto tienen que ver con la fecha en que comenzó, no con su existencia). Si somos conscientes de lo difícil que es borrar las consecuencias de las prácticas económicas, tenemos que apostar, como ya dije, por un crecimiento sostenible capaz de superar la pobreza. Siempre le digo a los jóvenes: nadie hubiese creído que la situación de las mujeres cambiaría tanto a la vuelta de un siglo; si lo logramos con las mujeres, por qué no lo vamos a conseguir con el tema ambiental. ~

Letras Libres, No.272 / mayo 2024

Gisela Kozak Rovero

Escritora y profesora universitaria venezolana. Su último libro es Casa Ciudad (cuentos). Reside en la Ciudad de México.

26 marzo 2024

Foto: Agencia Informativa Conacyt, CC BY 4.0, via Wikimedia Commons 

 

https://letraslibres.com/entrevistas/cgll-gisela-kozak-julia-carabias-cambio-climatico-mexico-medio-ambiente/

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