Masafumi Nagasaki vivió 29 años solo y desnudo en
Sotobanari hasta que las autoridades lo obligaron a salir hace un par de meses
El paradero exacto de Masafumi Nagasaki, una especie de Robinson Crusoe
que vivió 29 años solo y desnudo en la isla de Sotobanari hasta que las
autoridades japonesas lo obligaron a salir hace un par de meses, es un misterio
para quien no vive en la paradisiaca zona situada en Okinawa, a unos 2.000 kilómetros al suroeste de Tokio.
Nagasaki, de 82 años y fotógrafo de profesión, decidió en 1989 dejar
atrás su pasado y se propuso pasar el resto de sus días en una isla que los
pescadores de la zona rara vez visitaban. Un día un tifón arrasó todas sus
pertenencias, incluida su ropa, y desde entonces se dio cuenta de que ir
vestido era innecesario. Los escasos visitantes que tuvo lo bautizaron el
“ermitaño nudista” o lo compararon a un Robinson Crusoe en versión nipona.
Pero las semejanzas de Nagasaki con el náufrago creado por Daniel Defoe
en 1719, que a lo largo de 28 años sobrevive cazando y cultivando en una remota
isla del Caribe, empiezan y terminan con el hábitat y la duración de su
aventura.
La menos exigente rutina de Nagasaki
en su isla incluía pasar la noche en un rudimentario campamento, hacer gimnasia
y mantener limpia la playa. Medía rigurosamente el tiempo con un reloj de pulso
que mantenía colgado de un árbol y viajaba a una isla cercana a comprar
provisiones con un estipendio de 80 dólares mensuales (69 euros) que le donaba
su hermana.
El occidental que más se acercó, y
tal vez el único que conoce la actual residencia de Nagasaki, es Álvaro Cerezo,
explorador y empresario turístico malagueño que ofrece a sus clientes la que
puede ser la experiencia más auténtica del ecoturismo: vivir como el
superviviente de un naufragio en una isla solitaria.
Cerezo, fundador de la agencia
de viajes Docastaway, con sede comercial en Hong
Kong, también busca náufragos reales o voluntarios por el mundo y en 2014
convivió una semana con el excéntrico japonés y grabó su visita en vídeo. Como
mantener en secreto sus localizaciones para evitar el turismo masivo es la base
de su negocio, Cerezo solo publicó el vídeo hasta hace unos días, afirma vía
telefónica.
Nagasaki aparece en el vídeo como un anciano de cuerpo fibroso tostado
por el sol que camina, nada y se sienta desnudo con el desparpajo de un
aborigen. El indígena imaginario manifiesta su desconfianza hacia los
visitantes por ser potenciales portadores de virus peligrosos para él.
Aunque su filosofía de vida tiene ecos sintoístas –explica que dejó de
pescar por respeto a la naturaleza y desearía no tener que matar los molestos
mosquitos–, afirma que la isla lo transformó y hoy considera que los
“peores males de la civilización son la religión y el dinero”.
La única vez que se sintió algo cercano a la tristeza fue cuando vio un
pájaro muerto y su ideal es morir solo en la isla, sin molestar a nadie. Reacio
a casi toda la tecnología no usa pantallas y el único invento sin el cual no
podría vivir, asegura, es el encendedor.
Álvaro
Cerezo nadando junto a Masafumi Nagasaki. ÁLVARO CEREZO
Según algunos blogs japoneses, Sotobanari era propiedad de una fallecida
pareja taiwanesa cuyos herederos, tras ver un reportaje sobre el inofensivo
intruso, pidieron a las autoridades expulsarlo. Otras fuentes aseguran que el
desalojo se produjo por razones humanitarias ya que el Robinson Crusoe japonés
se encontraba muy débil y estaría hospitalizado o en otra isla.
Para Cerezo, el desahucio se produjo después de que un programa de la
televisión japonesa estilo reality emitiera
un episodio frivolizando la experiencia de Nagasaki. Por temor a que la zona se
llenara de programas similares o turistas, los vecinos de las islas le pidieron
a Nagasaki cambiar de lugar. Actualmente, al parecer, ha retomado su estilo de
vida en otra playa para cumplir su sueño de morir en paradisíaca soledad.
Masafumi Nagasaki, el Robinson Crusoe japonés. FOTO: ÁLVARO CEREZO | VÍDEO: YOUTUBE
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