Lago Agrio, Ecuador – Donald Moncayo
raspa el suelo arenoso con su pala, se arrodilla y recoge un puñado de tierra.
Luego abre la palma de la mano, separa cuidadosamente la masa oscura y selecciona
un insecto tras otro: escarabajos, polillas, avispas, hormigas. “Acá mueren
cada noche miles de insectos de todo tipo”, dice Moncayo, vertiéndolos de nuevo
a su fosa común. Una tumba colectiva en la que yacen generaciones de pequeños
animales cremados. Incluso se han encontrado serpientes carbonizadas. Diez
metros por encima de sus restos arde una llama hacia el cielo. Dependiendo de
la presión que tenga el pozo se puede ver incluso desde el espacio. Así la
llama convierte la noche en día y el día en un infierno. Y esto sucede desde
1974.
Después de pocos segundos el sudor gotea de la
frente. Uno no puede quedarse aquí por mucho tiempo. Huele a gas quemado. Y de
repente también a peligro. Porque en el horizonte, donde se encuentra la mayor
parte de la estación Aguarico 3 de la petrolera estatal Petroamazonas, han
aparecido dos hombres de seguridad. Moncayo dice que todo está bien. Pero por
precaución continuamos la conversación en el bosque. También por el calor.
Estamos a una hora al sureste de Nueva Loja, en la
selva ecuatoriana, donde se extrae la mayor parte del petróleo del país. Cuando
salieron las primeras llamas de los mecheros ecuatorianos todavía no se hablaba
de la protección del ambiente y mucho menos del cambio climático. A partir de
los años sesenta la industria se abrió camino en una zona poco poblada: primero
con topadoras, como las conocemos de la película Avatar, luego con enormes
camiones, e incluso helicópteros, cargados con tubos de metal y tanques.
El petróleo acumulado bajo tierra se encuentra,
casi siempre, acompañado de agua y gas. Esta agua, llamada agua de formación es
altamente tóxica. Sube a la superficie junto con el crudo y durante décadas fue
vertida a los páramos y ríos; el gas, a su vez, se quema y larga dióxido de
carbono, metales pesados, azufre, óxido de nitrógeno y metano. Estos gases
contaminantes entran en la atmósfera, y cuando llueve en la región cae hollín
desde cielo.
El gas asociado se
podría utilizar
La industria petrolera hace pocos años se empezó a
mostrar consciente de esta problemática. La razón no es el daño causado a la
flora, la fauna y los humanos, sino el debate internacional sobre las emisiones
de dióxido de carbono (Co2) y su influencia en el cambio climático. Los
científicos han calculado que al menos el uno por ciento de las emisiones
globales de CO2 se originan en la combustión del gas asociado a los antiguos
mecheros. Obtener datos exactos no es posible, debido a la falta de estudios fiables
sobre la composición del gas.
Rusia, Nigeria, Irán, Irak y Estados Unidos
encabezan la lista de países que más gas asociado queman en el mundo. Seguidos
por Argelia, Kazajstán, Angola y Arabia Saudita. Ecuador se queda más atrás con
valores de carga considerablemente más bajos. Igual, la fosa común de la
estación Aguarico 3 sigue creciendo día a día. Y eso a pesar de la tecnología
existente que hace posible el uso de este gas. En Canadá, por ejemplo, se ha
utilizado durante casi cien años, en Noruega y Arabia Saudita (al menos en
parte) durante casi cincuenta. El gas asociado no solo se puede utilizar para
generar electricidad o gas licuado, sino también para productos petroquímicos.
Dejamos los mecheros atrás y nos adentramos en la
selva. Moncayo hace unas semanas tuvo que despejar de nuevo el sendero. Los
empleados de la compañía o los ayudantes locales, dice el hombre de 45 años,
han rellenado el antiguo acceso a Aguarico 3. Eso pasa cada dos por tres. “Pero
para mí es importante”, dice, “que la gente vea de cerca lo que está pasando
aquí”. Considera el hecho de ponerse en peligro a sí mismo como parte de su
tarea.
El camino al lecho del río sin agua esta empinado.
Moncayo deposita el machete y clava la pala en la dura corteza. El pedazo de
tierra que pela de la pared es negro por dentro y huele a alquitrán. “Derrame
de petróleo”, dice, sujetándolo a la cámara. Cuando la industria se afianzó en
la región, se abrió durante una hora el grifo del caño (llave de ganso) para
evaluar la cantidad del petróleo. El crudo se filtró sin precaución ni
preocupación al ambiente “así sabían cuánto petróleo se puede extraer en 24
horas y lo que eso significa en barriles”.
Brad Pitt y Calle
13
Donald Moncayo mira al vacío. Hace casi veinte años
que guía a personas de todo el mundo por los lugares más contaminados. También
a aquellos que la industria declara haberlos limpiado. La pala de Moncayo
muestra lo contrario. El conoce la zona y su historia como pocos. Familiares,
vecinos, amigos y conocidos, muchos de ellos empleados o ex empleados de algún
sector de la industria petrolera le proporcionan información y anécdotas.
También tiene una buena red internacional, viaja regularmente a eventos, participa
en mesas redondas y obtiene información a través de Internet.
El interés público por el juicio del siglo contra
la multinacional petrolera Texaco/Chevron, una de las primeras compañías en
operar aquí, llevó a personalidades como Brad Pitt, la directora Trudie Styler
(esposa de Sting) y a los músicos de Calle 13 a viajar a la región. Moncayo los
llevó por el Tóxic-Tour a los mismos lugares que visitaron los políticos
ambientalistas de Europa, los representantes de ONGs de Estados Unidos y Canadá
o los estudiantes de Quito. El Tóxic-Tour creó una ventana a un mundo que casi
nadie quiere ver.
El Estado pierde
impuestos
Los que deciden a nivel internacional tomaron
conciencia de la combustión de los gases asociados gracias a la presión
pública. En el 2015, por ejemplo, el Banco Mundial inició la Asociación
Mundial para la Reducción de la Quema de Gas en todo el mundo. Esto
implica a 25 gobiernos, 31 compañías petroleras y 15 ONGs. El objetivo de la
iniciativa es detener la quema de gas antes del año 2030. Ecuador también
participa. Sin embargo, hasta la fecha sólo unos pocos de los 380 mecheros más
antiguos del país han sido rectificados.
El Ministerio Federal Alemán de Cooperación
Económica y Desarrollo (BMZ) ha investigado lo que significan los mecheros para
el ambiente y la economía. El estudio de 36 páginas parece un manual de
instrucciones para una gestión ineficiente: cada año se queman en todo el mundo
más de 140.000 millones de metros cúbicos de gas asociado. Esto corresponde a
las emisiones de CO2 de 77 millones automóviles o el consumo anual de gas
natural de Alemania y Francia juntos (2011). Además, los países productores de
petróleo que queman el gas pierden unos 10.000 millones de dólares anuales en
ingresos fiscales como resultado de la quema. En el 2008 se quemó, en gas, el
mismo valor que el gobierno suizo necesitó para salvar al United Bank of
Switzerland (UBS): 68.000 millones.
“Debemos entender
que el aire no conoce fronteras. Hoy está aquí, mañana en otro pueblo, en otra
ciudad, en otro país u otro continente, junto con el gas que se quema en estos
mecheros. Así que cuando hablamos del calentamiento global tenemos que pensar
en lo que está pasando aquí”. Donald Moncayo, ambientalista, Ecuador
La razón detrás esta locura económica y ecológica:
la falta de infraestructura y la falta de mercado. Así lo dicen los gobiernos y
así también lo dice el informe del BMZ: “Los altos costos de inversión para el
desarrollo de la infraestructura obstaculizan el uso económico del gas
asociado. Incluso puede cuestionar la rentabilidad de todo el proyecto”.
Similares son los argumentos del gobierno ecuatoriano, que Donald Moncayo
contradice vehementemente. “Las inversiones para el uso de gas asociado se
amortizarían en poco tiempo”, dice. Y sí, existe un mercado. “Pero detrás de la
falta de uso de esta energía hay un negocio del gobierno central en Quito que
prefiere comprar derivados”.
Y realmente: según cifras de la empresa estatal
Petroecuador del año 2016 se importó casi 50 millones de barriles de derivados del
petróleo como diesel, gasolina o gas licuado. Combustibles que después se usan
para la operación de plantas como Aguarico 3. Por cierto: los vecinos de esta
planta no cocinan con gas, sino con leña del bosque…
Una madre muere
después de haber lavado ropa en el río
Al final del Tóxic-Tour visitamos a la tía de
Donald Moncayo, una mujer de 78 años que ha sido testigo de la contaminación
petrolera durante décadas. Mariana Jiménez vive a sólo cien metros de distancia
de uno de los antiguos mecheros y, dependiendo del viento, toda su casa huele
como una gasolinera.
Donald Moncayo se sienta en una de las sillas de
plástico de la terraza y recuerda su infancia: “Para poder bañarnos en el río
teníamos que quitar la capa de aceite con un trozo de jabón. Sólo así podíamos
meternos más o menos seguros. Lógicamente, las pequeñas partículas de petróleo
aún permanecían en el agua”. La primera vez que salió de Nueva Loja, vio que
había fuentes de agua sin contaminación. “Hasta ese momento era normal para mí
ver ríos envenenados con petróleo y productos químicos”.
Sin embargo, él y su familia recién tomaron
conciencia del envenenamiento cuando su madre fue al río a lavar ropa. Como
muchas otras mujeres del lugar, el río era el lugar donde lavaban y donde
familias enteras se reunían para compartir un picnic el fin de semana.
Recientemente, su mamá se había curado de un absceso en la cadera, la cicatriz
estaba prácticamente cubierta. Pero unas horas más tarde, cuando la encontraron
sofocándose en la orilla, la vieja lesión se convirtió en un globo del tamaño
de un balón de fútbol. 24 horas más tarde, la joven de 33 años estaba muerta y
el pequeño Donald de 13 años huérfano; su padre ya había muerto antes.
En el medio de la selva se encuentra una llama ardiendo durante las 24 horas del día: Esa es la vista desde la casa de la tía de Donald Moncayo. FOTO: Alejandro Ramírez Anderson
Debajo de la terraza, a pocos metros del mechero,
se encuentra la plantación familiar de cacao. Muchas de las vainas se han
secado o están podridas, debido también al hollín y a las lluvias ácidas. Hoy
en día la población de Nueva Loja (Provincia de Sucumbíos) y sus alrededores
(Provincia de Orellana) está mejor informada. Muchos de ellos son conscientes
de la alta tasa de cáncer alrededor de las plataformas petrolíferas y de los
mecheros, de la muerte del ganado y de los abortos espontáneos. La madre de Donald
tuvo tres abortos espontáneos y perdió dos bebés a los pocos meses de nacidos.
Los tres hijos que aún viven -incluido Donald- crecieron lejos de los pozos
petroleros y con acceso a agua potable. Donald sonríe y dice: “Aquí en la zona
la muerte se mueve a pasos agigantados”.
A uno le gustaría reírse junto con el intrépido
ecologista que lucha por los derechos de la naturaleza y espera que su hija
pueda algún día nadar en un río vivo. Pero el hombre con la pala en la mano y
el cinismo en los labios no vive sin peligros. Los insultos y las amenazas son
comunes. También tuvo que echar a gente de su propiedad que fotografiaban su
casa desde la calle. Él mismo dice secamente: “Si muero donde nací, eso es
bueno”.
“¡Queremos vivir!”
Unas semanas después de nuestra visita a Lago
Agrio, Moncayo aparece en un video. En su espalda sisean los mecheros de la
estación Aguarico 3, a su alrededor se encuentran una docena de activistas de
todo el mundo: “Debemos entender”, dice con voz tranquila, “que el aire no
conoce fronteras. Hoy está aquí, mañana en otro pueblo, en otra ciudad, en otro
país u otro continente, junto con el gas que se quema en estos mecheros. Así
que cuando hablamos del calentamiento global, tenemos que pensar en lo que está
pasando aquí”.
El video fue a raíz de la convocatoria a una
manifestación contra la quema del gas asociado, en la que participaron varios
cientos de personas, a principios de octubre en Nueva Loja. El lema: ¡Queremos
vivir!
Autor: Romano
Paganini
Foto principal: Donald Moncayo
muestra a los visitantes unas de las piscinas en las afueras de Nueva Loja,
Ecuador, donde la industria petrolera botó sus desechos durante décadas, y que
hasta hoy en día, sigue contaminando el agua y la tierra. (Alejandro
Ramírez Anderson)
12 diciembre, 2018
Foto principal: Las viejas instalaciones petroleras son responsables de más del uno por ciento de las emisiones de Co2. En el Tóxic-Tour por la selva ecuatoriana Donald Moncayo muestra los mecheros prendidos y su contaminación.
Ecoportal.net
Fuente Mutantia
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