El prestigioso instituto Smithonian,
una organización gubernamental localizada en Washington, DC, ha optado por
incursionar en la biopiratería para compartir el saqueo a que están siendo
sometidos los países más pobres del planeta. Junto a otros centros de
investigación, organizaciones ambientalistas y presuntos defensores de los
derechos humanos, ha cedido ante la tentación de la riqueza fácil para
asociarse con empresas multinacionales con el propósito de robarle a países ya
empobrecidos y endeudados su legado de mayor valor económico y estratégico en
la actualidad: sus recursos genéticos.
La biopiratería es la privatización de recursos
biológicos públicos o colectivos y su apropiación por parte de empresas o
instituciones del norte industrializado. Las víctimas son principalmente los
países más ricos en biodiversidad, países tropicales en desarrollo, saturados
de pobreza y sometidos por la dependencia económica y tecnológica
La biopiratería ha recibido un poderoso impulso
como consecuencia del vertiginoso desarrollo de la bio-tecnología, la
nano-tecnología, la robótica y la creación de formas artificiales de vida: la
biología sintética. Los usurpadores intervienen directamente o a través de
empresas locales, gobiernos, instituciones científicas, académicas, jardines
botánicos y organizaciones presuntamente humanitarias, religiosas o
ambientalistas.
Los países y pueblos indígenas suramericanos se
encuentran prácticamente indefensos ante la expropiación incontrolada de sus
riquezas y conocimientos, particularmente por la inusitada frecuencia con que
se evidencia la complicidad de sus propios gobernantes.
El Smithsonian Institution es un
centro de educación e investigación que administra además un complejo
de museos. Está administrado y financiado por el Gobierno de los
Estados Unidos, además de fondos provenientes de donaciones, ventas,
concesiones, actividades y revistas. La mayoría de sus instalaciones están localizadas
en Washington D. C., pero entre sus 19 museos, nueve centros de
investigación y un zoológico se encuentran algunos situados
en Nueva York, Virginia y Panamá, única dependencia ubicada fuera de
EU.
El Smithonian ha optado por vender
su prestigio para incorporarse a las hordas de bio-piratas que saquean a los
pueblos humildes del mundo. Reclama con inusitado descaro derechos de patente
sobre un sistema biológico para el control de colonias de hormigas. Exige que
se le reconozca propiedad intelectual sobre el uso de un hongo
parasitario como agente biológico para controlar a las hormigas trozadoras de
hojas, comunes en el trópico americano. Abarca 47 especies de hongos.
El inusitado reclamo del Smithonian no
fuese tan patético si la mezquindad de su proceder y las pruebas de su plagio
no fuesen tan contundentes. Deja en evidencia que su acceso a los recursos
biológicos de países en desarrollo debe restringirse y condicionarse, así
como su participación en la implementación del Protocolo de Nagoya y
en el GEF (Global Environmental Facitlity).
Las hormigas tropicales conocidas como trozadoras
de hojas pertenecen a dos géneros:Atta y Acromyrmex.
Comprenden 47 especies, cuyas sofisticadas estructuras sociales y mecanismos de
sobrevivencia han sido objeto de estudio en una amplia variedad de
instituciones de investigación durante décadas.
Es algo común observar en el trópico americano el
flujo de hormigas en organizadas franjas. Miles se desplazan apresuradamente en
una dirección, claramente demarcada químicamente. En sentido contario fluyen
miles más, en su viaje de regreso a la colonia.
Las que regresan cargan trozos de hojas, ya sea de
árboles o de otros tipos de plantas, naturales o cultivadas. El flujo de
hormigas es resguardado en ambos lados por hormigas soldados, vigilantes y
centinelas. La minuciosa organización y efectividad de estos ejércitos de
insectos es uno de los espectáculos maravillosos del neo-trópico.
Pero la verdadera sorpresa se encuentra a ambos
extremos de este flujo. Las hormigas obreras marchan hacia algún objetivo,
árboles o plantas, naturales o plantados. En los árboles se observan las
columnas de hormigas subiendo hacia el follaje, donde trozan las hojas con ‘tijeras’
especializadas en sus mandíbulas. Con rapidez inusitada, desnudan a la víctima
de su follaje. Luego cada una empieza el camino de retorno a su nido, cargando
alguno de estos trozos, frecuentemente más grandes y pesados que ellas mismas.
Marchan sin descanso hasta regresar a su hogar. Estas hormigas pueden cargar
pesos que quintuplican el de sus propios cuerpos.
Las obreras se apresuran por depositar su preciada
carga en el interior del hormiguero. Allí desaparecen rutinariamente miles de
trozos de hojas a la vez. Durante años, ‘expertos especializados’
traídos del extranjero concluyeron que era ‘evidente’ lo que ocurría:
las hormigas utilizaban aquellos trozos de hojas como alimento. Reincidieron en
el señalamiento a pesar de que indígenas locales se burlaban de tales
conclusiones. “El Diablo Blanco es más bruto de lo que parece. Las hormigas
son más vivas. Ellas comen como nosotros” – señalaban miembros de una
comunidad Yanomami en el alto Orinoco a mediados de la década de los 70 en una
visita de expertos de la FAO. Tales señalamientos fueron
metódicamente ignorados por décadas.
Algunos investigadores locales, ignorados tanto por
sus propios gobiernos como por la comunidad científica internacional,
inconformes con las conclusiones ‘evidentes’, optaron por estudiar con
mayor detenimiento el interior de los hormigueros. Descubrieron que los trozos
de hojas eran cuidadosamente depositados en cámaras especializadas a modo de
depósitos. En aquellas oscuras cámaras ocurría algo tan inesperado como
sorprendente: las hojas servían en realidad como sustrato para el cultivo de un
hongo, Leucoagaricus gongylophorus. Las hormigas no comían
los trozos de hojas. Su alimento era el producto de su propio cultivo: el
hongo Leucoagaricus.
El sorprendente hallazgo fue rápidamente
corroborado por múltiples otros investigadores de Brasil, Venezuela, Colombia,
México y Perú. No cabía duda: las hormigas trozadoras de hojas, de los
géneros Atta y Acromyrmex, han efectivamente
desarrollado la habilidad de cultivar sus propios alimentos, algo que hasta
entonces se creía una habilidad exclusiva de los humanos.
Se estima que estos cultivos se han perfeccionado
durante millones de años en la Amazonia y la Orinoquia suramericana. Cuando la
colonia de hormigas opta por desplazar su hogar a otro lugar, es la hormiga
reina la encargada de llevar cápsulas del hongo para perpetuar su fuente de
alimentos. Sin el hongo la colonia muere.
Investigaciones sucesivas condujeron a otro
descubrimiento igualmente sorprendente. En algunos casos se observaba que
algunas de estas comunidades de hormigas empezaban a morir y optaban por
desplazarse a lugares alejados de donde habían construido sus nidos. Algunos
concluyeron que era ‘evidente’ que tal comportamiento se debía a la
búsqueda de nuevas fuentes de hojas.
Fueron nuevamente acuciosos investigadores locales
los que descubrieron lo que efectivamente ocurría. Los cultivos de alimentos de
las hormigas eran atacados por un intruso: el hongo parasítico Escovopsis,
especializado en atacar al Leucoagaricus. En algunos casos, y a
pesar de los esfuerzos de las hormigas por evitarlo, este invasor lograba
penetrar las colmenas e infestar los cultivos, utilizándolos para su propio
consumo.
El invasor es tóxico para las hormigas, viéndose
obligadas a claudicar y abandonar su nido. En algunos casos, las hormigas
tratan de defender sus fuentes de alimentos trayendo bacterias que producen
antibióticos que a su vez eliminan al parásito invasor. Esta táctica de defensa
no siempre es efectiva, con frecuencia por la tardanza en su despliegue.
Debido a la devastación de plantaciones de árboles
y cultivos agrícolas de que son capaces las invasiones de hormigas, no tardó en
concluirse que la contaminación deliberada de sus nidos con el hongo Escovopsis serviría
como un efectivo mecanismo profiláctico para el control de tales invasiones.
El Escovopsis se convirtió así en
un efectivo plaguicida biológico contra las hormigas. No tardó en descubrirse
que al menos dos hongos más, el Trichoderma y el Acromonium,
pueden utilizarse de la misma manera.
El instituto Smithonian pretende
ahora, con vergonzosa falta de ética científica, reclamar derechos de propiedad
intelectual, a través de patentes, sobre el mecanismo profiláctico para el
control de las hormigas trozadoras de hojas Atta yAcromyrmex a
través de los hongos Escovopsis, Trichoderma y Acromonium.
El Smithonian ha solicitado
patentes a tal efecto en la Oficina de Patentes y Marcas Registradas de
Estados Unidos y ante la Organización Internacional de Propiedad
Intelectual, bajo el código WO-2012-050857. En un abominable intento por
robar el producto del trabajo de docenas de investigadores locales a través de
décadas, elSmithonian pretende derechos exclusivos de propiedad
intelectual sobre cualquier variedad de los hongos Escovopsis,
Trichoderma y Acromonium utilizados como agentes biológicos de control
sobre cualquiera de las 47 especies conocidas de hormigas trozadoras de hojas,
incluyendo esporas mezcladas en diferentes proporciones con agentes inertes.
El Smithonian carece de derecho
jurídico o ético alguno para reclamar propiedad intelectual sobre
descubrimiento hechos y registrados décadas atrás por investigadores locales de
la región amazónica. Como ejemplos podemos citar los siguientes.
En 1993, investigadores colombianos realizaron
experimentos tanto en laboratorios como in situ sobre el
control biológico de hormigas Atta con hongos Trichoderma.
Las investigaciones continuaron y en el 2001 se reportó la efectividad de Trichoderma como
agente biológico contra el hongo Leucoagaricus (CIB
Colombia - Corporación para Investigaciones Biológica. http://www.cib.org.co)
Investigadores de la Universidade Estadual
Paulista, de Sao Paulo, Brasil, han trabajado durante años en el control
biológico de hormigas trozadoras de hojas y han publicado una serie de
artículos sobre la materia con años de antelación a las pretensiones delSmithonian.
En el 2006 publicaron un estudio sobre la susceptibilidad de Leucoagaricus a
ataques por otros hongos, investigación dirigida al uso de agentes biológicos
contra las hormigas (Silva A et al. Susceptibility of the ant-cultivated fungus Leucoagaricus gongylophorus.
Agaricales: Basidiomycota towards microfungi.Mycopathologia (2006) 162: 115-119). En esta
investigación se realizaron pruebas sobre el uso de cultivos de Escovopsis,
Trichoderma y Acromonium como agentes biológicos contra elLeucoagaricus.
Estos son los mismos tres hongos incluidos en la solicitud de patente delSmithonian.
El estudio del 2006 de la Universidade
Estadual Paulista fue enviado para su revisión, previo a su
publicación, a un profesor de la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos:
Cameron Currie, quien se opuso a la publicación del trabajo. Currie se trasladó
luego alSmithonian, donde años después forma parte de los “inventores”
y “descubridores” de los hallazgos en referencia.
En el 2009 un estudiante del CATIE, Costa Rica (Centro
Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza), publicó una tesis sobre
el control biológico de hormigas Attautilizando variedades de Trichderma (Herrera
Salazar EE 2009)
Cualquier tribunal con un mínimo de ética y
justicia castigaría con severidad el intento de saqueo de conocimientos que no
le corresponden al instituto Smithonian.
Cualquier colaboración con esta institución debe
ahora tratarse con extremada cautela, pues puede desembocar en el robo de
conocimientos y de recursos biológicos. Particularmente preocupante es la
vinculación de esta institución con el GEF (Global Environmental Facility),
pue el Smithonian es una institución gubernamental de un país
que no es miembro de la Convención de la ONU sobre la Diversidad
Biológica: Estados Unidos.
Julio César Centeno
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