El proyecto bolsonarista para el Amazonas
El gobierno de Bolsonaro desprecia a las minorías que
habitan el Amazonas y pretende impulsar un plan de desarrollo depredador que
puede impactar negativamente en el ambiente de la región.
En los primeros meses de gobierno, el presidente Jair
Bolsonaro priorizó liberalizar los presupuestos para el Ministerio de Defensa.
De los más de 150 millones de reales destinados a este ministerio, 98% –prácticamente
la totalidad– va destinado al programa Calha Norte para el
Amazonas, un proyecto desarrollado en la década de 1980 que respondía a una
preocupación geoestratégica de los militares con la región amazónica. El
proyecto Calha Norte aseguraría la presencia de
infraestructuras estratégicas para la defensa de la remota y relativamente
virgen frontera norte del país.
Técnicos del gobierno aseguran que no hay motivación política alguna detrás
de los esfuerzos realizados este año para garantizar esos fondos y que esa
asignación tiene una razón simplemente práctica: aumentar la capacidad
operacional del Ministerio de Defensa.
El gobierno afirma que resucitar el proyecto Calha
Norte es fundamental para llevar oportunidades y dignidad a las
poblaciones del norte del país, una región que abarca un territorio de 1,5
millones de kilómetros cuadrados a lo largo de ocho estados –Acre, Amapá,
Amazonas, Mato Grosso, Mato Grosso do Sul, Pará, Rondônia y Roraima–, un área
mayor que toda Colombia.
Pero la realidad muestra que Bolsonaro y miembros de
su gobierno están más preocupados por combatir las presiones internacionales
que intentan impedir la explotación económica exhaustiva de la Amazonía frente
a la necesidad de asegurar la dignidad de las poblaciones locales.
En febrero de este año, los ministros Gustavo Bebianno
(Secretaría General de la Presidencia), Ricardo Salles (Medio Ambiente) y
Damares Alves (Mujer, Familia y Derechos Humanos) viajaron a Tiriós (Pará) para
discutir con líderes locales la construcción de un puente sobre el río Amazonas
en la ciudad de Óbidos, una hidroeléctrica en Oriximiná y la extensión de la
carretera BR-163 hasta la frontera con Surinam.
Si todavía quedaba alguna duda sobre las verdaderas
intenciones del gobierno con respecto a resucitar el proyecto Calha
Norte, un Powerpoint al que ha tenido acceso Democracia Abierta, presentado
durante la reunión para detallar las obras anunciadas por el gobierno de
Bolsonaro para la región, no deja lugar a interpretaciones. Las diapositivas
dejan claro que se trata de ocupar la región amazónica con infraestructura
estratégica para evitar que otro proyecto multilateral de protección de la
selva, denominado corredor ecológico Triple A: Andes - Amazonas - Atlántico,
pueda ser implementado en el futuro.
«Hay que implementar el Calha Norte sobre
la cuenca del Amazonas e integrarlo al resto del territorio nacional, para hacer
frente a las presiones internacionales por la implantación del proyecto
denominado Triple A. Para ello, es necesaria la construcción de la
hidroeléctrica del río Trombetas, el puente de Óbidos sobre el río Amazonas y
la implementación de la carretera BR-163 hasta la frontera con Surinam», dice
una diapositiva de la presentación.
Durante su campaña en 2018, Bolsonaro citó el proyecto Triple A como una amenaza a la
soberanía del país. El proyecto, que se basa en una apuesta de desarrollo
llamada Corredor AAA, fue propuesto hace unos años por un ambientalista
colombiano con el propósito de formar un gran corredor ecológico que abarcara
135 millones de hectáreas de bosque tropical, que se extendería de los Andes al
Atlántico, pasando por el Amazonas, los tres espacios que dan origen a las tres
«A».
Según otra diapositiva de la presentación
gubernamental, existe actualmente una campaña globalista que «relativiza la
Soberanía Nacional en la Cuenca Amazónica», usando una combinación de presión
internacional y también de lo que denomina «opresión psicológica» tanto externa
como interna. Esa campaña moviliza a ONG ambientalistas e indigenistas, además
de los medios, para ejercer presiones diplomáticas y económicas. Implica
también a las minorías indígenas y quilombolas para que actúen con el apoyo de
instituciones públicas de los niveles federal, estatal y municipal. El
resultado de este movimiento, aseguran en la presentación, restringe «la
libertad de acción del gobierno».
Por lo tanto, parte de la estrategia de burlar esa
campaña globalista es devaluar la relevancia y las voces de las minorías que
viven en la región, que al fin y al cabo son quienes más se van a ver afectadas
por esas decisiones, tanto si en un futuro se desarrolla el proyecto Triple A
como si finalmente lo hace el Calha Norte.
Entre las tácticas citadas en el documento, está la de
redefinir los paradigmas del indigenismo, quilombolismo y ambientalismo a
través de las lentes del liberalismo y el conservadurismo basadas en las
teorías realistas. Esas son, según una diapositiva, «las nuevas esperanzas para
la Patria: ¡Brasil por encima de todo!»
El desarrollo previsto
Concretamente, la región del Calha Nova en
Pará está ubicada al norte del río Amazonas, entre los estados de Amazonas y de
Amapá. Las ciudades que se destacan en esa región son Oriximiná, Óbidos y Monte
Alegre, todas ellas ribereñas. Para alcanzar los objetivos estratégicos, de
carácter militar-nacionalista, el proyecto prevé poner en marcha obras de
infraestructura que pretenden «desarrollar» la región ampliando carreteras,
levantando un puente y construyendo una hidroeléctrica.
La primera parte del proyecto busca ampliar la
carretera BR-163, que actualmente conecta Cuiabá y Santarém, hasta la frontera
con Surinam. La extensión de la carretera pretende ligar la región a la red
nacionalde carreteras y facilitar así el acceso a Manaos, Porto Velho y
Caracas, en Venezuela. Esta carretera también mejoraría el acceso a las
carreteras que llevan a Perú y a Bolivia.
La carretera BR-163 atravesaría el bajo río Amazonas a
la altura de la región de Óbidos, donde sería necesaria la construcción de un
gran puente, también previsto en el proyecto. El puente se construiría frente
al puerto de Óbidos, en la parte más estrecha del bajo río Amazonas, que tiene
menos de 2 kilómetros, pero cuyo canal llega a los 100 metros de profundidad.
El objetivo del puente es también posibilitar que el ferrocarril EF-170
(Ferrogrão) siga acompañando la carretera BR-163 hasta el puerto de Óbidos, y
por lo tanto deberá albergar una carretera ferroviaria.
La tercera fase del proyecto prevé la construcción de
la central hidroeléctrica de Oriximiná, en el río Trombetas. Según indican las
diapositivas, la hidroeléctrica tendría capacidad para generar energía para
todo el Amazonas, con la promesa de acabar con los apagones en Manaos, Macapá y
Boa Vista.
El contexto político internacional
El proyecto Calha Norte fue
desarrollado en 1985, durante el gobierno de José Sarney, cuando el contexto
internacional aún era el de Guerra Fría y Brasil vivía bajo la influencia de
Estados Unidos. Una de las justificaciones del proyecto fue la fuerte presencia
de efectivos cubanos en Surinam, lo que, en aquella época, sugería una
hipotética amenaza de corte comunista para Brasil.
Además de la supuesta amenaza comunista, otro motivo
era la existencia de las guerrillas colombianas, principalmente el Ejército de
Liberación Nacional (ELN) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARC). Similarmente, el gobierno también quería combatir el contrabando en la
frontera y los conflictos entre empresas mineras, garimpeiros (mineros
informales) e indígenas.
En la década de 1980, el proyecto fue fuertemente
criticado por las poblaciones locales, que creían que la presencia militar en
sus territorios tendría un efecto negativo sobre los habitantes y los recursos
naturales.
Durante esa época, la Iglesia católica fue la única institución del
país en oponerse oficialmente al proyecto, afirmando: «El proyecto acelerará el
proceso de destrucción de la cultura indígena, además de representar un
desperdicio de recursos financieros, materiales y humanos que podrían ser
destinados a obras de infraestructura y apoyo a la población del Amazonas».
Además, la Iglesia también denunciaba que el Calha Norte afectaría
a 50.000 indígenas de 33 naciones.
La gestión del presidente Fernando Collor de Mello
(1990-1992) coincidió con la caída del Muro de Berlín, lo que hizo que el Calha
Norte bajara en la lista de prioridades del gobierno. Las obras que ya
habían sido iniciadas como parte del proyecto –como hospitales– fueron
desactivadas en esa época, lo que demostró que el interés final nunca había
sido el desarrollo de la región, sino geopolítico.
En este sentido, desde el punto de vista de las
relaciones comerciales y financieras, con la redefinición del orden
internacional en los años 90, los intereses pasan a tener un carácter
multipolar. Aun así, la situación global se transforma en unipolar desde el
punto de vista militar, ya que con la caída de la Unión Soviética Estados
Unidos pasa a ser la única potencia realmente operativa. Con esa
reestructuración, la nueva política de defensa nacional brasileña pasa a
incluir cuestiones como el terrorismo, el contrabando, el narcotráfico y la
biopiratería en el Amazonas. Por lo tanto, al final de los años 90, en
coincidencia con el final del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, el
proyecto vuelve a ganar visibilidad.
Pero debido a estos cambios en el orden internacional,
surgen cuestiones medioambientales y de protección del Amazonas frente a la
explotación, particularmente internacional, y el proyecto gana una nueva
importancia, así como una nueva interpretación, durante el gobierno de Luiz
Inácio Lula da Silva. En esa fase, se pasa a priorizar la protección y el
desarrollo económico y social de la frontera, teniendo en cuenta la
sostenibilidad y también la defensa de las culturas existentes.
No bajar la guardia
Durante sus tres décadas de existencia, el proyecto evolucionó de ser meramente militar a un ser
proyecto integral que busca el desarrollo de la región y de los pueblos
ribereños. Pero eso no es lo que estamos viendo hoy, como lo demuestran las
diapositivas de la reunión celebrada este año. El proyecto, nuevamente
reavivado por el gobierno de Bolsonaro, implica retroceder a los años 80 y
restablecer tácticas que ya se mostraron fracasadas.
El desarrollo de la región es necesario, ciertamente.
Los pueblos ribereños requieren de mayor acceso a la producción nacional y a la
igualdad. Pero es importante recordar que la región ha sido históricamente
utilizada para fines políticos que poco tenían que ver con el desarrollo y la
preocupación por el bienestar de las poblaciones locales.
La información mostrada en las diapositivas evidencia
el desprecio por parte del gobierno de Bolsonaro por la sostenibilidad y las
minorías que habitan las regiones del Amazonas. Esto pone en evidencia una vez
más que el desarrollismo de corte neoliberal no puede venir a costa de los
(pocos) derechos conquistados con sangre de aquellos que continúan luchando por
su existencia y también por nuestros bosques y recursos naturales.
El desarrollo de la región amazónica tendrá que
llegar. Pero en ningún momento podemos bajar la guardia y dejarnos engañar por
las mentiras de este gobierno, que dice estar buscando el bienestar de la gente
cuando en realidad trabaja para enriquecer a unos cuantos constructores de
infraestructuras y depredadores de la floresta amazónica, que amenazan con
matar lo que queda del pulmón del mundo y sus humildes habitantes.
Nueva Sociedad, Agosto 2019
Este artículo es producto de la alianza
entre Nueva Sociedad y Democracia Abierta. Lea el contenido original aquí
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