Los próximos meses pueden traer grandes cambios en materia de migraciones, Objetivos de Desarrollo Sostenible, cooperación y reforma fiscal. O no.
3.500
Millones abre cada curso con una relación de los asuntos vinculados
a la pobreza y la desigualdad que pueden concitar mayor interés a lo largo de
los próximos meses. Pero este año no es como los anteriores. Por primera vez en
casi una década, un gobierno reformista y un entorno económico favorable
permiten albergar esperanzas con respecto a los esfuerzos de justicia social y
sostenibilidad dentro y fuera de nuestro país. Este empeño tendrá que
desenvolverse en el contexto polarizado de una Europa que se enfrenta a la
encrucijada cruda entre cosmopolitismo e involucionismo. El más que posible
contagio de la política española puede hacer que lo que hace unos años dependía
solo de la voluntad política y los recursos económicos, forme hoy parte de una
ecuación mucho más compleja.
Estos son
los cuatro desafíos que, en nuestra opinión, van a marcar la agenda pública en
materia de solidaridad internacional:
- El gobierno de las migraciones y la respuesta
a la xenofobia: la confluencia de tres crisis –económica,
institucional y de desplazamiento forzoso– ha generado un contexto de
miedo y frustración que los grupos antinmigración han aprovechado con una facilidad pasmosa. Con
meritorias excepciones, la respuesta de los gobiernos europeos se ha
movido entre la abulia y la xenofobia, convenciendo aún más a sus
sociedades de que tal vez la extrema derecha tenga razón. El nuevo
Gobierno de España dice estar entre quienes aspiran a una política
migratoria diferente, pero las decisiones de las últimas semanas se
parecen en el fondo y, cada vez más, en las formas a lo que hemos visto hasta ahora.
Seguimos siendo parte del problema en la medida en que no somos parte de
la solución a través de alternativas políticas sólidas y posicionamientos
éticos inequívocos. Y vemos réplicas de estas tensiones migratorias en otras
regiones, como la de América Latina tras la crisis venezolana, lo
que demuestra que este debate está aquí para quedarse. Los meses que
transcurran hasta las próximas citas electorales (europeas, locales y, tal
vez, generales) serán claves para medir la creatividad e iniciativa
política del gobierno en España, en la UE y en foros como el Pacto Mundial de las Migraciones y el de los
Refugiados.
- La materialización de la Agenda 2030: el pasado mes de julio el gobierno presentó ante Naciones Unidas un plan nacional para la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y un primer paquete de indicadores para su monitorización. Ahora se trata de transformar estos planes en normas, programas y presupuestos. La Agenda 2030 constituye un circo de tres pistas en el que agentes públicos y privados, nacionales y locales, van a tener que trabajar juntos bajo la coordinación estratégica del gobierno. La lista de prioridades incluye asuntos como la transición ecológica o la crisis de pobreza infantil, cuya envergadura y complejidad ilustran bien el desafío y la oportunidad de los ODS. En las próximas semanas deberíamos conocer el detalle de los planes para llevar a escala este esfuerzo de equidad y sostenibilidad.
- La resurrección de la cooperación para el
desarrollo: las
políticas de cooperación carecen de la magnitud económica y electoral de
otros asuntos, pero su importancia simbólica y sectorial es enorme. Mucho
más cuando otros donantes tradicionales reculan a marchas forzadas. Se
trata de asumir nuestra responsabilidad en los problemas comunes, pero
también de recuperar la ayuda internacional como una herramienta ética e
inteligente de posicionamiento exterior. Este es un objetivo declarado del
nuevo ministro y de su equipo, que ahora deben ponerse manos a la obra. La
agenda incluye la desfibrilación presupuestaria, claro está, pero además
están pendientes iniciativas políticas y legislativas relacionadas con la
Agencia Española de Cooperación, las condiciones laborales de los
cooperantes o la definición de un nuevo Plan Director. Y un asunto
clave: introducir salvaguardas entre los
programas de cooperación de los donantes europeos y sus objetivos de
control migratorio. Este tema amenaza con destruir los fundamentos de una
política de desarrollo modesta pero eficaz.
- El apuntalamiento fiscal del Estado: aunque la
reforma fiscal va mucho más allá de las preocupaciones estrictas de este
blog, ninguna de ellas podrá ser resuelta en ausencia de un modelo de
financiación pública mejor dotado y más sostenible. La ayuda al
desarrollo, la lucha contra la pobreza infantil y el calentamiento global
son ejemplos de sectores en donde los recortes de estos años han laminado
políticas que ya estaban mal financiadas antes de la crisis. Se trata en
parte de introducir algún nuevo impuesto o tasa y reconsiderar el reparto
de cargas de los existentes, pero sobre todo de luchar contra los abusos
fiscales amparados por la legislación internacional y poner fin a la
precariedad estructural de un modelo de trabajo que, sencillamente, drena
el sistema desde su base.
Y una nota
final: la reforma fiscal ejemplifica el imprescindible componente pedagógico
que deben contener estas políticas. En este tiempo que nos ha tocado vivir, la
percepción de lo que se hace cuenta tanto como lo que se hace. Y eso lo saben
bien algunos chivos expiatorios.
5 SEP 2018 - 11:04 CEST EL PAIS
Foto principal: Dos inmigrantes rescatados por Salvamento Marítimo el pasado 30 de agosto. CARRASCO RAGEL EFE
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