Los expertos creen
que el agujero, de 31 kilómetros de diámetro y 320 metros de profundidad, es
fruto de un meteorito de hierro que impactó hace al menos 12.000 años
Un equipo
internacional de científicos ha anunciado este miércoles el descubrimiento de
un gigantesco cráter de 31 kilómetros de diámetro y 320 metros de profundidad
en una región remota del noroeste de Groenlandia. El boquete, en el que cabrían
ciudades enteras como París o Washington, es fruto del brutal impacto de un
meteorito de hierro a una velocidad de 20 kilómetros por segundo hace al menos
12.000 años, según los investigadores. Es uno de los 25 cráteres conocidos de
mayor tamaño y, posiblemente, uno de los más recientes.
El enorme agujero
está sepultado por casi un kilómetro de hielo en el glaciar Hiawatha, aunque su
reborde circular se intuye en las imágenes de satélite distribuidas por los
científicos. “Puedes ver la estructura redondeada en el frente de la capa de
hielo, sobre todo cuando la sobrevuelas desde una altura suficiente”, ha
explicado en un comunicado el ingeniero John Paden, de la Universidad de Kansas (EE
UU). “Es gracioso que hasta ahora nadie haya pensado: 'oye, ¿qué es esa cosa
circular de allí?”.
“Es gracioso que
hasta ahora nadie haya pensado: 'oye, ¿qué es esa cosa circular de allí?”,
afirma uno de los descubridores
El equipo descubrió
el cráter en julio de 2015 al inspeccionar un nuevo mapa topográfico de
Groenlandia generado con técnicas de radar, dado que el 80% de la isla está
cubierto por hielo. “Inmediatamente supimos que era algo especial, pero al
mismo tiempo tuvimos claro que sería difícil confirmar el origen de esa
depresión”, ha señalado Kurt H. Kjær,
del Museo de Historia Natural de Dinamarca.
Los científicos han
dedicado los últimos tres años a corroborar su primera impresión. Un avión
alemán del Instituto Alfred Wegener para la Investigación Polar sobrevoló de
nuevo el glaciar Hiawatha con un radar de precisión. “El aparato superó todas
las expectativas y ofreció asombrosos detalles de la depresión: un borde
claramente circular, un levantamiento central, capas de hielo removidas y no
removidas, restos en la base. Todo está ahí”, ha añadido el glaciólogo Joseph MacGregor, de la NASA.
En 2016 y 2017, los
investigadores organizaron dos expediciones al pie del glaciar y recogieron
muestras de sedimentos. Algunas arenas de cuarzo estaban deformadas, “un
indicador de un impacto violento”, según Nicolaj K. Larsen, de la Universidad de Aarhus. También
aparecieron elevadas concentraciones de níquel, cobalto, cromo y oro, indicios
de un meteorito de hierro.
El siguiente paso
de los científicos es calcular la edad exacta del cráter. La horquilla que
ahora manejan abarca todo el Pleistoceno, desde hace unos tres millones de años
hasta hace tan solo unos 12.000, en el final de la última edad de hielo. El
cráter sudafricano de Vredefort, considerado el mayor del planeta, tiene un
diámetro de 160 kilómetros y se formó hace 2.023 millones de años, según ha
explicado Kurt H. Kjær a este periódico. El cráter mexicano de Chicxulub, vinculado a la extinción de los dinosaurios, mide 150
kilómetros de diámetro y su edad es de 66 millones de años.
Conocer la edad del
boquete facilitará la investigación de los efectos que tuvo el impacto en la
Tierra. En su estudio, publicado en la revista especializada Science
Advances, los autores aseguran que el choque “muy probablemente tuvo
consecuencias ambientales significativas en el hemisferio norte y posiblemente
en todo el mundo”. Kjær cree que la clave fue el derretimiento de inmensas
capas de hielo. “El agua dulce llegada al norte del océano Atlántico podría
haber cambiado la circulación oceánica global”, hipotetiza.
Foto superior: El investigador Kurt Kjær toma muestras al pie del glaciar Hiawatha, en Groenlandia. SVEND FUNDER
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