Deténgase un momento. Reflexione: ¿cómo cambiaría su vida si no tuviera los beneficios de los recursos naturales? Los científicos aseguran que la naturaleza proporciona al menos 24 servicios ambientales como acceso al agua, la regulación del clima local y regional, el oxígeno y la alimentos. El problema es que estos recursos se están agotando a un ritmo acelerado y, de seguir así, en 2030 se requerirán dos planetas Tierra para satisfacer las necesidades básicas de la población mundial. La solución para revertir esta historia está en lo que se ha bautizado como “la economía verde”.
Economistas, ecologistas, científicos y ciudadanos de todas las latitudes empujan el avance de la economía verde, concepto que comenzó a tomar fuerza a finales de 2008, cuando el economista Pavan Sukhdev y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) presentaron La iniciativa para la economía verde.
Este documento propone impulsar la economía y el beneficio del medio ambiente con energías limpias, nuevas tecnologías, reciclaje, agricultura sostenible, reforestación y la creación de ciudades ecológicas. Es decir, unir dos áreas que han vivido divorciadas desde la Revolución Industrial: economía y ambiente.
Incluso, para varios economistas y líderes en el tema del medio ambiente, la economía verde tiene la llave para sacar al mundo de la crisis financiera, pero sobre todo, evitar que la humanidad termine con varios ecosistemas y miles de especies, y con ello ponga en alto riesgo su propio futuro.
Cifras de una crisis
Ecosistemas dañados, especies en peligro de extinción, contaminación en atmósfera y océanos, agotamiento de los mantos acuíferos y cambio climático. No son pocos los síntomas que hacen evidente que el mundo vive una crisis ambiental, provocada por apostar a un desarrollo económico que, precisamente, ahora vive su propio cisma.
Decenas de investigaciones científicas han puesto números a la crisis ambiental. La economía de los ecosistemas y la biodiversidad, estudio coordinado por el economista Pavan Sukhdev, a petición del ministerio alemán de Medio Ambiente y del Comisario Europeo de Medio Ambiente, menciona que 15 de los 24 servicios ambientales —como la captura de peces, el acceso al agua y la regulación del clima local y regional— se están degradando por un uso no sustentable.
A principios de julio, la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN) presentó los resultados de un análisis sobre el estado de las 44 mil 838 especies incluidas en la “Lista roja”, aquella en donde se encuentran las especies amenazadas por la extinción. Los resultados señalan que 16 mil 928 ya están extintas o en peligro crítico.
“Es hora de reconocer que la naturaleza es la empresa más grande del planeta, que trabaja para beneficio de 100% de la humanidad y lo hace gratis. Los gobiernos deberían dedicar el mismo esfuerzo, si no más, a salvar a la naturaleza que a salvar a los sectores económicos y financieros”, señala Jean-Christophe Vié, coordinador del informe de UICN.
Jonathan Baillie, director de los programas de Conservación de la Sociedad Zoológica de Londres, trae a cuenta el reporte de la organización WWF, donde se estima que después de la década de los 80 comenzamos a usar los recursos en un rango que excede la posibilidad de regeneración de la naturaleza. “Esto significa que estamos consumiendo el capital natural de las futuras generaciones. De continuar esta tendencia, para 2030 se requerirían dos planetas Tierra para satisfacer todas las necesidades de la población y para 2050 se requerirán de dos planetas y medio”.
Baillie alerta que conforme pase el tiempo y aumente la población del planeta, “vamos a ver más degradaciones de ecosistemas”. Ahora, señala, ya estamos al límite: “Tendremos que actuar dentro de los próximos cinco años. Si no hacemos nada, vamos a presenciar conflictos en muchas áreas... La crisis financiera llegó y alertó a todo el mundo. Pero si continuamos explotando de la misma forma los recursos y llevamos a los ecosistemas a un punto de quiebre, entonces enfrentamos una grave crisis ambiental y económica. Y de ella, el mundo no se podrá recuperar”.
Ecosistemas degradados pobreza en aumento
Cerca de 1.2 mil millones de personas dependen de los servicios ambientales que ofrecen los bosques. El problema es que entre 2000 y 2005 se perdieron, cada año, alrededor de 13 millones de hectáreas de estos ecosistemas. Con ello, mucha gente, sobre todo pobres, elevan su grado de vulnerabilidad ante los efectos del cambio climático, resalta Ashok Khosla, presidente de la UICN, miembro del Club de Roma y uno de los expertos más reconocidos en ecosistemas y sustentabilidad.
El mismo Khosla resalta que entre 3 millones y 4 millones de personas sobreviven en un territorio de total degradación. Esta cifra aumentará si se toma en cuenta que en los próximos 40 años se espera que la población mundial sume 2 mil 300 millones de personas más a los 6 mil millones que hay ahora.
La crisis ambiental, señala, también aumentará las migraciones. Tan sólo en Bangladesh, se calcula que 60 mil personas tendrán que migrar “porque no habrá tierra, se inundará. Lo mismo sucederá en las pequeñas islas y en algunas zonas costeras”. Esas migraciones, apunta Koshla, tendrán consecuencias más grandes que cualquier crisis financiera.
Para él, la realidad y las previsiones científicas son muestras de que la economía debe dar un giro. La vuelta de tuerca, dice, debe contemplar “cuidar los recursos naturales, pero también reducir la pobreza”.
En la actualidad, casi 2 mil millones de personas viven con menos de dos dólares por día y cada vez es más amplia la brecha entre ricos y pobres. “Eso es muestra de que no están funcionando las cosas como están”, comenta Martin Lees, secretario general del Club de Roma, organización fundada en 1968 y formada por empresarios, científicos, economistas y políticos de diversos países.
“Los gobiernos creen que si estimulan el consumo se regresará a los niveles económicos que había... En el Club de Roma creemos que los gobiernos tienen que utilizar esta oportunidad no sólo para recuperarse rápido de la crisis, sino para poner los cimientos de una economía menos devastadora en términos ambientales y más justa económicamente”, dice.
En 1972, el Club de Roma presentó el informe Los límites del crecimiento, realizado por investigadores del Instituto Tecnológico de Massachussets. En él ya se alertaba sobre las consecuencias de basar el desarrollo económico en la explotación irracional de los recursos naturales. Ahora, 30 años después, sus pronósticos son realidad.
“Estamos usando más de 35% de los recursos naturales que produce el planeta. Si seguimos en este camino vamos a llegar a un desastre de gran dimensión”, apunta Lees.
Alertas prendidas
Antes de que la crisis financiera impactara los mercados internacionales, economistas como Nouriel Roubini y Paul Krugman habían advertido del riesgo existente. Sus voces no se escucharon y la burbuja financiera reventó.
“Algo similar ocurre con la crisis ambiental”, dice el economista mexicano Luis Miguel Galindo, coordinador del reciente estudio La economía del cambio climático en México, cuyos resultados muestran que el país perderá al menos 6% de su Producto Interno Bruto por el calentamiento del planeta. También se menciona que si el país se propone reducir 50% de la producción de gases de efecto invernadero, la inversión requerida será de 2%. Es decir, a México le saldrá más barato invertir ahora en adaptaciones al cambio climático, que sentarse a esperar las consecuencias.
“Los paquetes financieros para el rescate por el impacto del cambio climático van a ser mucho más costosos de lo que han sido los paquetes destinados a la crisis financiera actual”, resalta el investigador de la UNAM.
El doctor Luis Miguel Galindo es una de las muchas voces que claman porque exista una recuperación “verde” de la economía. Las políticas económicas para enfrentar esta crisis financiera, dice, tendrían que apostar a proyectos bajos en emisiones de carbono, “como invertir en tener matrices energéticas más limpias o transporte público más eficiente. Se debe aprovechar la situación actual para transitar a una economía baja en carbono”.
Dos caras de una sola moneda
Patrick ten Brink, del Instituto Europeo de Políticas Medioambientales, con sede en Bruselas, explica que la crisis financiera abre la oportunidad a los gobiernos de incentivar el empleo creando “ciudades verdes”, con inversiones en transporte no contaminante, por ejemplo. “Se puede crear toda una gama de proyectos verdes —como transporte sustentable o energías alternativas— que permitan avanzar hacia la adaptación del cambio climático y crear empleos”.
De acuerdo con estimaciones del Consejo Europeo de Energías Renovables, difundidas por Greenpeace, tan sólo los países que forman parte del G-8 podrían crear un millón de empleos, de aquí al 2020, al invertir en desarrollar fuentes de energía renovable y reducir al 50% las emisiones actuales de gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático.
La mala noticia, dice Martin Lees, es que con la crisis financiera, los niveles de inversión para crear y usar nuevas tecnologías limpias y renovables bajaron en todo el mundo: “En Europa se detuvieron casi todos los proyectos para impulsar la generación de energía limpia”.
Para Stephen Byers, presidente del Global Legislators Organisation (Globe) —organización que reúne en torno al tema ambiental a legisladores de las principales economías, así como de México, Brasil, Sudáfrica, China e India— “los políticos se están preocupando mucho por combatir la crisis en sus mercados internos y no están tomando en cuenta la crisis ambiental. En realidad, el enfoque político del problema debería ser que el combate a la crisis económica y a la ambiental deberían ser las dos caras de una misma moneda”.
Gustavo Saltiel, gerente del Sector del Desarrollo Sostenible del Banco Mundial en México, explica que es un error no incluir el tema de la sustentabilidad en la agenda política, porque “la sustentabilidad puede ser un motor para enfrentar la crisis financiera... Un país puede crecer económicamente sin deteriorar, sin poner en riesgo la calidad de vida de las generaciones futuras, la calidad de vida asociada al entorno, no solamente la asociada a los ingresos económicos”.
Colin Bradford, economista del Instituto Brookings, autor de Globalización en crisis: una agenda en acción para seguridad y la sustentabilidad global, señala que el avance de la economía verde requerirá un cambio en el modelo económico e implicará un cambio profundo en el concepto de bienestar: “Hay que cambiar la idea de que el consumismo es la llave de la felicidad. Es tiempo de cambiar nuestra tendencia de consumo. Hay que apostar a un futuro distinto, a un futuro de bienestar ambiental”.
Thelma Gómez Durán El Universal Domingo 12 de julio de 2009
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